El mundo de las letras españolas despide este viernes a Antonio Rivero Taravillo, el polifacético escritor, traductor y ensayista que falleció esta madrugada a los 62 años, víctima de un cáncer que lo consumió los últimos meses. Nacido en Melilla en 1963, pero sevillano de adopción desde la infancia, Rivero Taravillo encarnaba esa rara estirpe de intelectuales que, desde Sevilla, construyeron y construyen una obra vasta y apasionada, siempre al servicio de la belleza y la memoria.
A una semana de que pronunciara el pregón inaugural de la Feria del Libro Antiguo de Sevilla, el próximo viernes 26, su partida deja un vacío enorme en el mundo de las letras. Asesoró con generosidad siempre cualquier proyecto o cita en el calendario donde los letraheridos se dieran encuentro y fue uno de los nombres de referencia en la reseña literaria de Diario de Sevilla. Prolífico hasta el final, Rivero Taravillo acumuló una bibliografía que roza lo prodigioso: dieciséis poemarios -el último, Un invierno en otoño (Bajamar, 2025) fue galardonado con el XXV Premio Paul Beckett-, cuatro novelas como Los fantasmas de Yeats (2017) o El Ausente, biografía novelada de José Antonio Primo de Rivera (2018), siete ensayos, cuatro libros de viajes -desde Las ciudades del hombre (1999) hasta Diario austral (2019)- y colecciones de aforismos que destilan la ironía y el lirismo que gastaba entre la legión de amigos y colegas que atesoró en una vida que ha terminado demasido pronto.
Su huella más profunda, aquella que le distinguía como un irlandés del Sur cuando se le presentaba en público, fue la traducción: celtista empedernido, vertió al español antologías como Antiguos poemas irlandeses (2002) y Canciones gaélicas, y obras maestras de Yeats, Shakespeare o Flann O’Brien. Su versión de la Poesía reunida de Yeats (2010) es un hito, un puente entre el gaélico místico y el español contemporáneo. Irlanda, que visitó por primera vez en 1988, fue su faro: «Una cultura que frecuenté con devoción», confesó. Su prosa estaba impregnada por esa melancolía verde con que imaginamos los paisajes de aquella isla que tantas veces se compara con el caracter cálido y hospitalario del andaluz.
Sus investigaciones biográficas revelan al erudito incansable que fue. La monumental Luis Cernuda: años españoles (1902-1938) (Tusquets, 2008), primer tomo que completó después con Años de exilio (2011), le valió el XX Premio Comillas. Investigador y buceador de archivos, Rivero Taravillo desentraña aquí al poeta de la Generación del 27 no como icono sino como hombre de contradicciones: el exiliado que anhelaba raíces, el amante que exploró el deseo frente a la estricta moral. «Cernuda sangraba en cada verso», escribió Rivero. Rescató epistolarios olvidados y el compromiso republicano del sevillano en las Misiones Pedagógicas.
Rescató epistolarios olvidados y el compromiso republicano del sevillano en las Misiones Pedagógicas en la monumental ‘Luis Cernuda. Años españoles’
Similar rigor brilla en Cirlot. Ser y no ser de un poeta único (2016), Premio Antonio Domínguez Ortiz, donde disecciona al surrealista barcelonés como «poeta de culto», entre mística y vanguardia. A James Joyce también le dedica gran parte de su obra ensayística. En 1922 (Pre-Textos, 2022) reconstruye «el año por antonomasia del siglo XX». Se publicó Ulises, La tierra baldía de Eliot y Trilce de Vallejo.
Y si algo lo hizo una persona querida, cercana y entusiasta ante los nuevos proyectos fue su faceta como gestor cultural. Fue librero en la desaparecida The English Bookshop, director de revistas como Claros del Bosque, responsable de talleres y conferenciante en centenares de coloquios, mesas redondas y simposios. Era imposible ir a un acto literario y no saludar a este hombre de trato exquisito y buen humor. Se va, como recordaba Eva Díaz Pérez a este periódico, sin ver abierta la casa Cernuda, en la calle Acetrés, para la que elaboró el proyecto que está sirviendo al Ayuntamiento de Sevilla para recuperar las estancias e invocar el espíritu del poeta de Ocnos.
El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, ha lamentado su muerte: «Se marcha un extraordinario humanista de la literatura». Y Antonio Muñoz, portavoz del PSOE municipal, también lo ha despedido en X como «el biógrafo que nos devolvió a un Cernuda vivo y cercano y que nos guió en la recuperación de la casa natal del poeta».
En los últimos meses compartió en Facebook, el devenir de su enfermedad, sus idas y venidas al hospital y la defensa de la sanidad pública. Póstumamente, se publicará su biografía de Álvaro Cunqueiro. Y se le seguirá recordando y leyendo. Una Guiness a su salud.