La Comunidad Internacional da un paso al frente ante el reconocimiento de Palestina. Desde la ONU, la Asamblea General ha dado luz verde este viernes por una mayoría abrumadora de 145 votos a favor, cinco en contra y seis abstenciones para permitir que Palestina participe por videoconferencia en la 80 sesión que comienza la semana próxima.
A la contra, han votado en la Asamblea en clave negativa Israel, Estados Unidos, Paraguay, Nauru y Palau; otros países que suelen alinearse con ellos, como Hungría o Argentina, optaron por la abstención o se ausentaron de la sesión.
Un avance más que notorio que acontece después del veto de Estados Unidos contra el Gobierno de la Autoridad Palestina (AP) de Mahmud Abbas, a la que negó los visados de entrada en el país, en contravención de los acuerdos que vinculan a la ONU y al Gobierno de Donald Trump como Estado anfitrión y escudándose en un argumento de que el Gobierno palestino es complaciente con el terrorismo.
En este sentido, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, aludió a que la medida se tomó ante el «incumplimiento de sus compromisos» y por «socavar las perspectivas de paz» dentro del conflicto abierto en la Franja de Gaza entre Israel y las milicias palestinas.
El Ministerio de Exteriores de la Autoridad Palestina aseguró, por su parte, que el veto suponía una «flagrante violación del Acuerdo sobre la Sede de la ONU de 1947, que garantiza la libertad de entrada de los jefes de delegación y los miembros de la ONU para participar en las reuniones» del organismo.
En este sentido, aludió a que la decisión tomada por la Administración Trump «no impedirá el reconocimiento del Estado de Palestina por parte de los países ni el consenso internacional para detener los crímenes de genocidio, desplazamiento y anexión» contra el pueblo palestino.
Ante el horizonte próximo, se espera que países como Francia, Reino Unido, Canadá o Australia, entre otros, anuncien su reconocimiento del Estado palestino, siguiendo a su vez los pasos ya andados por España, una decisión reprochada por Estados Unidos e Israel, que consideran que es contraproducente para la paz y que es una «capitulación» frente al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás).
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