El atletismo es un deporte espectacular que llena estadios incluso con el diluvio del jueves en el Mundial de Tokio y los atletas ofrecen espectáculo en cualquier condición y por mucho que los maltraten las autoridades. Con Sebastian Coe a la cabeza, World Athletics sigue convirtiéndose en una organización elitista que se aleja de los atletas bajo un paraguas politizado.
Uno de los ejemplos más claros lo están sufriendo los atletas en este Mundial. La pista de calentamiento de los Juegos de Tokio’21 se desmontó y ahora toca preparar las pruebas en una provisional en el parque Yoyogi, a unos tres kilómetros del Estadio Nacional en el que se disputan las pruebas.
Ello los condena a esperar 20 minutos hasta que una furgoneta los traslada al estadio, lo que ha provocado quejas por el perjuicio que supone frenar en seco la puesta a punto. El proceso está llevando en ocasiones más de 20 minutos. ¿Es que nadie se preocupó de esto? «No se está bien allí, todo el tema del calentamiento no va bien», dijo la ochocentista Keely Hodgkinson.
Coe estaba más pendiente de torpedear la marcha con un cambio de orden en las pruebas que descapitalizó el 35 para en beneficio del 20 de la próxima madrugada. Suerte que María Pérez no pensó igual y se colgó el oro. O en impedir la presencia de los atletas rusos y bielorrusos, sin ni quiera plantearse qué sucede con Israel. ¿No es deporte? Que participen todos, ¿no?
La pista de atletismo en el Parque Yoyogi / TRIPADVISOR
No es lo único en lo que está fallando World Athletics en un Mundial en el que el aval de la organización japonesa y la pasión de los aficionados son un seguro de éxito en el apartado de la asistencia. Los atletas se sienten indefensos ante el criterio cambiante de los jueces y ante algunas normas antediluvianas que se utilizan de manera diferente.
El estadounidense Devon Hall fue descalificado en la final de 110 vallas en los Mundiales de Eugene’22 por salir demasiado rápido (0,099) y al navarro Asier Martínez le sucedió lo mismo en 60 vallas en el mundial de Glasgow’24, pero en Tokio al estadounidense Courtney Linden le dejaron correr las series de 100 lisos con una nula por 0.099.
Otro detalle de esa infame dejadez se ha vivido este viernes en las semifinales masculinas de 5.000 en las que ha participado el hispanoburundés Thierry Ndikumwenayo (un tipo extraordinario) junto a otras 20 inscritos. ¿43 atletas en dos carreras? ¿No era más lógico tres carreras con 14/15 en cada una? Ha habido goles, caídas, codazos… y mientras, Coe tan ufano en el palco.
También deberían modificar el sistema en 800, que ahora clasifica para la final a los dos primeros de cada semifinal más dos por tiempos. ¿No tiene nueve calles el Estadio Nacional? ¿Por qué no los tres primeros de cada carrera? Así evitarían lo de la final de 200, con la lesionada bahameña Strachan provocando presuntamente la nula. Con nueve, habría que pelear el ser finalista.

Lindsey corrió las series de 100 lisos pese a su salida nula / AP
Otro detalle es lo que sucede con las caídas, algo de lo que se benefició un par de veces en el pasado el balear David Bustos. La australiana Jessica Hull se cayó en la primera vuelta de las series de 800, hizo la segunda al trote, gastó menos y este viernes se ‘coló’ en la final. Entre eso y la penosa descalificación del estadounidense Cole Hocker en 1.500 por un supuesto codazo.
Son tantas cosas… por no hablar del continuo acoso a la marcha, del ‘jueguecito’ de su esbirro Jonathan Ridgeon en su intento de eliminar la tabla de batida en los saltos horizontales, del continuo cambio de criterio en la sexta ronda en los concursos en una Diamond cada vez menos elitista por la continua ampliación de citas o el calendario más caótico de la historia.
El caso es que si eres un dirigente de World Athletics, un coche oficial te llevará directamente al palco. Sin embargo, si tienes que preparar la final de 10.000 metros, tendrás que calentar a tres kilómetros del Estadio Nacional y te verás obligado a detener la preparación durante casi media hora para volver a recuperar sensaciones antes de competir. Para mear y no echar gota.