La luz, en forma de radiación térmica, está acelerando el calentamiento de las placas tectónicas en su viaje hacia el manto. Este «horno» interno, hasta ahora desconocido, provoca que la roca libere su agua de forma prematura, un evento que actúa como detonante para que los volcanes entren en erupción y los terremotos sacudan la Tierra con una violencia y en lugares que desafían los modelos actuales.
En las profundidades de nuestro planeta se libra una batalla silenciosa de fuerzas titánicas que da forma a la superficie que habitamos. Las placas tectónicas, inmensos fragmentos de la corteza terrestre, se desplazan y colisionan en una danza que dura millones de años. Una de las consecuencias más espectaculares de este movimiento es la subducción, el proceso por el cual una placa oceánica, densa y fría, se hunde bajo otra y se adentra en el manto ardiente de la Tierra.
Este descenso no es un simple hundimiento; es el motor oculto detrás de los volcanes más explosivos y de terremotos que sacuden continentes. Un nuevo estudio, publicado en Nature Communications, ha revelado que este motor funciona a una temperatura mucho más alta de lo que creíamos, obligándonos a repensar cómo y por qué se producen estos fenómenos.
El agua, clave
La clave de todo reside en el agua. La placa oceánica que se sumerge no es una roca seca. A lo largo de su existencia en el fondo del mar, sus minerales han atrapado enormes cantidades de agua. A medida que la placa desciende, la presión y la temperatura aumentan, y esta agua se libera, actuando como un catalizador fundamental para la actividad geológica.
Hasta ahora, los modelos asumían que la placa se calentaba lentamente, principalmente por contacto. Sin embargo, una nueva investigación ha demostrado que el calor también viaja a través de la luz (radiación) dentro de los minerales de la placa, un mecanismo mucho más eficiente que calienta la roca hasta 200 grados más de lo esperado. Este «horno» interno acelera periódicamente la liberación de agua, y sus consecuencias se sienten a cientos de kilómetros de distancia, en la superficie.
La conexión con el volcanismo
La liberación de agua es el primer paso para la formación de volcanes en arcos continentales, como los que forman el Cinturón de Fuego del Pacífico. El agua expulsada de la placa caliente asciende hacia la cuña del manto que se encuentra justo encima. Esta agua sobrecalentada actúa como un fundente, disminuyendo enormemente el punto de fusión de la roca del manto.
Es un proceso similar a echar sal sobre el hielo para que se derrita antes. Al bajar su punto de fusión, la roca del manto se convierte en magma. Este magma, más ligero y boyante que la roca sólida que lo rodea, comienza un lento pero imparable ascenso hacia la superficie, acumulándose en cámaras magmáticas que finalmente alimentan las erupciones volcánicas.
El descubrimiento de que la placa está más caliente implica que esta liberación de agua y la consiguiente fusión del manto ocurren a profundidades menores de las que se calculaban. Este cambio podría explicar la ubicación precisa de las cadenas de volcanes y la composición química de sus lavas, ofreciendo una nueva perspectiva sobre el motor que impulsa la actividad volcánica de nuestro planeta.
Referencia
Olivine’s high radiative conductivity increases slab temperature by up to 200K. Enrico Marzotto et al. Nature Communications (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-025-61148-8
El origen de los terremotos intermedios
Pero el agua liberada no solo provoca la fusión del manto, sino que también es una causa directa de sismicidad. A medida que la placa se hunde, la presión es tan inmensa que los minerales no se limitan a «sudar» el agua; la expulsan de forma violenta.
Este proceso, conocido como «fragilización por deshidratación», fractura la roca, volviéndola quebradiza. Cuando la tensión acumulada supera la resistencia de la roca fracturada, esta se rompe súbitamente, liberando una enorme cantidad de energía en forma de ondas sísmicas: un terremoto.
Este mecanismo es la explicación principal para los terremotos de profundidad intermedia, aquellos que ocurren entre 70 y 300 kilómetros bajo la superficie. El hecho de que la placa se caliente más rápido significa que la deshidratación y la fragilización de la roca se producen a profundidades más someras.
Por lo tanto, el nuevo modelo térmico no solo refina nuestra comprensión de dónde se generan estos sismos, sino que también proporciona una herramienta más precisa para evaluar los riesgos sísmicos asociados a las zonas de subducción en todo el mundo.