Pocos podían imaginar hace menos de un año que el primer ministro británico, Keir Starmer, recibiría con tanto alivio la visita al Reino Unido del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Los escándalos internos de las últimas semanas, incluida la dimisión de su número dos y la destitución del embajador británico en Washington por sus vínculos con el pedófilo Jeffrey Epstein, han puesto a Starmer en una posición muy delicada no sólo ante el electorado, sino también dentro de su propio partido. El líder laborista confía en que la llegada de Trump, en la que será su segunda visita de Estado en el Reino Unido como presidente, le ayude a relanzar la imagen de su Gobierno a pesar de las claras diferencias ideológicas con el mandatario republicano.
Por ahora, la relación entre los dos líderes ha sido mucho más fluida de lo esperado. Starmer fue de los primeros en lograr un acuerdo para reducir los aranceles impuestos por Trump en todo el mundo y su encuentro en la Casa Blanca el pasado febrero fue interpretado como una victoria para el ‘premier’ británico. Fue en ese encuentro cuando Starmer jugó su mejor baza: una invitación para una segunda visita de Estado al Reino Unido con toda la pompa necesaria para cautivar al líder estadounidense, un declarado admirador de la familia real británica. La jornada del miércoles estará dedicada exclusivamente a los actos de Trump y la primera dama, Melania, con el rey Carlos III y su esposa, Camila, en el castillo de Windsor, donde se celebrará una procesión en carruaje, un saludo militar y un banquete de Estado.
Inversiones millonarias
Starmer confía en que los agasajos del miércoles sirvan para ablandar al presidente en su encuentro del jueves en la residencia de Chequers, donde tienen previsto cerrar nuevos acuerdos en materias como la energía o el desarrollo tecnológico que ayuden al Ejecutivo británico a lograr el ansiado crecimiento económico y a la creación de puestos de trabajo. Por ahora, el Reino Unido ya se ha asegurado el desembolso de cerca de 5.800 millones de euros por parte de Google para proyectos impulsados por inteligencia artificial (IA), destinados al desarrollo de infraestructuras y a programas de investigación científica. También se espera una inversión multimillonaria por parte de la empresa estadounidense fabricante de chips Nvidia y de OpenAI, la empresa responsable de ChatGPT.
Los dos países también han acordado una mayor cooperación para la instalación de plantas de energía nuclear, a través de la llamada Colaboración Atlántica para la Energía Nuclear Avanzada, que pretende reducir la regulación en los dos países y agilizar los trámites burocráticos para la construcción de nuevos reactores. Uno de los acuerdos comerciales que se firmarán esta semana incluye la instalación de hasta 12 reactores modulares avanzados (AMR) en el norte de Inglaterra, unos proyectos que supondrán la creación de 2.500 puestos de trabajo, según el Gobierno británico, y ayudarán a reducir la dependencia energética de terceros países.
Starmer también confía en que la cita sirva para concretar los detalles del acuerdo comercial cerrado con Estados Unidos pocos meses después de su visita a Washington el pasado febrero. En ese momento ya logró reducir los aranceles a la industria automovilística y al sector aeronáutico, pero por ahora no ha habido avances en los gravámenes al acero y al aluminio, que se mantienen en el 25%, ni tampoco a productos como el whisky, un producto de gran peso económico para Escocia y que sigue sujeto a los aranceles «recíprocos» del 10%. Starmer trató sin éxito de desatascar las negociaciones durante la visita informal de Trump a sus resorts de golf en Escocia a finales de julio, pero en el Gobierno británico siguen confiados en lograr una solución beneficiosa para las dos partes.
Asuntos espinosos
A pesar del optimismo que rodea la visita, existe el riesgo de que Trump ponga encima de la mesa asuntos espinosos para Starmer, especialmente en lo que se refiere a los supuestos ataques contra la libertad de expresión en el Reino Unido y al fracaso de las políticas del Gobierno laborista para frenar la llegada de inmigrantes al país. La manifestación multitudinaria del pasado sábado en Londres, organizada por el activista de extrema derecha Stephen Yaxley-Lennon (conocido popularmente como Tommy Robinson) ha evidenciado el creciente apoyo de una parte de la población británica a discursos radicales impulsados desde el otro lado del Atlántico.
El apoyo explícito a las protestas por parte del multimillonario Elon Musk, asesor especial de Trump en la Casa Blanca hasta el pasado mayo, ha sido una muestra más de las conexiones entre el movimiento MAGA (Make America Great Again) en Estados Unidos y la derecha populista del Reino Unido, representada en el ámbito político por Nigel Farage y su partido, Reform UK. El auge de la formación de Farage en las encuestas —que la sitúan como primera fuerza con más de un 30% en intención de voto— ha supuesto un dolor de cabeza para Starmer y cualquier comentario de Trump en favor de sus rivales políticos podría entorpecer las relaciones entre ambos mandatarios en un momento crítico para el futuro del líder laborista.
Suscríbete para seguir leyendo