Supongo que no puede escribirse que Robert Redford era un bello animal, sin ganarse una cancelación por ofender a no sé cuántos millones de seres humanos, además de frustrar a otra multitud de adolescentes. Por tanto, hay que limitarse a consignar humildemente que el planeta es un poco más feo tras la desaparición del actor de presencia tan incomparable que su desempeño profesional resulta superfluo. La pregunta a resolver es muy sencilla, ¿cuál es la primera película que te ha venido a la mente tras la desaparición de su protagonista? ‘Dos hombres y un destino’, la obra maestra del existencialismo, donde ni un mostacho lograba ocultar el atractivo que despide su coprotagonista.
Reunir a Redford y Paul Newman en ‘Dos hombres y un destino’ y ‘El golpe’ significó una ceremonia de transmisión de poderes. Sin embargo, en ambas se prescinde de su físico espectacular (perdón de nuevo, canceladores) para concentrarse en expresar y exprimir la peripecia humana. Las descacharrantes aventuras de Butch Cassidy y el Sundance Kid siguen siendo la mejor terapia contra cualquier tentación depresiva.
Y conviene admirarlas antes de que sean recortadas, para adaptarlas a los criterios ‘woke’.
La segunda pregunta a resolver, ¿cuál es la película de Robert Redford que más te ha influido?, alcanza la solución facilona de su Bob Woodward en ‘Todos los hombres del presidente’. Sin embargo, es muy importante tomarse la resolución del ‘caso Watergate’ como una obra de ficción. A propósito, el autor fallecido simboliza los tiempos en que los galanes de Hollywood solo aspiraban a la Casa Blanca desde la pantalla, con ‘El candidato’ en el caso que nos ocupa. En la hora del adiós, es obligatorio compadecerse de una persona obligada a vivir con tanta belleza propia, una víctima. Los Redford de segunda generación, a veces llamados George Clooney, se oxidan más fácilmente. Son las ventajas de habitar un planeta sin carisma.