María Pombo.
María Pombo es un hecho literario en sí mismo: se ha convertido en un personaje. Gracias a la literatura. Al acto de leer. La influencer influyente, que atesora millones de seguidores en redes sociales y que saltó a la fama, multiplicando su Instagram, por la relación que mantuvo entre 2013 y 2015 con el futbolista —entonces del Real Madrid— Álvaro Morata, ha causado un descomunal revuelo al afirmar que leer no nos hace mejores personas. Y que no hay que creerse superiores por el hecho de leer.
El partido de los no lectores al fin tiene caudilla, líder, presidenta. No leer se llevaba antaño como un secreto, como una tara de la que se era más o menos consciente. Ahora es motivo de orgullo. Lo malo es que, en lo de que leer no te hace mejor persona, lleva bastante razón. Ahora vendrían ejemplos sobre la afición de Hitler o Stalin, que entre purga y purga leía 300 páginas al día y tenía 20.000 volúmenes en su biblioteca, aunque todos tenemos más a mano el ejemplo de algún vecino, familiar o compañero de oficina que, aun leyendo bastante, es también bastante capullo. Trepa o envidioso o rijoso o avaro.
La clave de esto es que la Pombo influya, claro, y haga que la gente, la gente que la sigue, persista en lo de no leer. Nadie podría nunca aclararles suficientemente cuánto se pierden. Cuántas aventuras, viajes, crímenes, historias, amores, etc. se pierden. No sabe uno cómo pueden soportar la realidad aquellos que no leen. No leer es como no salir de casa, aunque claro, no es lo mismo no salir de un casoplón, pongamos por caso, de trescientos metros con jardín y piscina, que no salir nunca de un pisito de barrio de 50 metros. No leer es no acceder a otros mundos.
Se nos va el texto por el lado de manifiesto del Día del Libro y tampoco queremos eso. En realidad queremos que haya mucha más gente como la Pombo: que no lea. De la burrez de los demás se puede llegar a vivir muy bien, me decía un viejo redactor jefe. Ahora todos los redactores jefes son viejos o son jóvenes a los que tal cargo les envejece rápido. Sobre todo si se les encarga que se ocupen de un suplemento literario. María Pombo incita a no leer pero no hemos parado de leer sobre ella. Lo suyo ahora es que una editorial ofrezca a Pombo escribir sobre el hecho de leer. O escribir sus memorias. Y que acabe su careto en la mesa de novedades de las librerías y haga una gira por provincias y firme ejemplares y vaya a las ferias del libro y que protagonice coloquios, incluso simposios o soliloquios, con otros escritores. No lean, no lean, les diría incluso a los compradores de ese hipotético libro suyo, que acabaría como objeto de decoración en las estanterías.
Fue eso, que un seguidor suyo le afeara que no tuviera libros en las estanterías de su casa, lo que provocó el discurso de María Pombo sobre la lectura. Unos días después, la reina Letizia alabó la lectura y las virtudes de los libros en un acto con escolares. Se interpretó como un zasca, un real zasca, a la influencer, que no lee pero le leen la cartilla.
Pombo, pija, con dos hijos, educada en el Opus, casada con un empresario, fue catalogada por Forbes como una de las influencers más top de España. Abraza causas solidarias, abraza la pasta y abraza las proclamas tendentes a la nadería, un abrazar que también incluye los negocios: un respeto, que una firma de tortilla de patatas a domicilio, impulsada por ella y otros socios, La martinuca, ya factura 3,5 millones anuales. Y están muy ricas. A alguien que hace algo por el progreso de la tortilla de patatas no se le puede reprochar casi nada, salvo esa tontuna sobre la lectura, ese implícito resentimiento, ese tono como de expulsada de un club de lectura por no haber leído los dos primeros capítulos de Moby Dick todavía. Y eso con un apellido tan literario, tan de legendario café de literatos, tan de novelista. Bisnieta que es de Concha Espina. Nos mira por encima del hombro pero cuando agarramos un libro ya no llega a nuestra altura. Pero eso son las redes hoy: un balcón que deja ver a todo el mundo y en su totalidad tu inteligencia o tu estulticia. A Pombo y platillo.