Una investigación sugiere que eliminar la modificación de la hora en verano y en invierno en Estados Unidos produciría una menor incidencia de obesidad y de accidentes cerebrovasculares: el horario permanente evitaría unos 300.000 casos de accidente cerebrovascular al año y reduciría en 2,6 millones el número de personas con obesidad, en comparación con el cambio bianual.
Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y liderado por científicos de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, concluye que la práctica actual de alternar entre el horario de verano y el horario de invierno es la opción más perjudicial para la salud de la población, superando incluso a la adopción permanente del horario de verano. Los hallazgos sugieren que un cambio a un horario estándar permanente sería la mejor política para prevenir un incremento en la incidencia de enfermedades crónicas.
Ritmos circadianos y cambios de horario
Según una nota de prensa, los autores usaron modelos que traducen la exposición a la luz solar en una medida de “carga circadiana”, para comparar tres políticas horarias: el sistema actual de cambios bianuales, horario de verano continuado y horario estándar permanente. Vale recordar que el sistema de cambios bianuales no solo se concreta actualmente en Estados Unidos, sino también en muchos otros países del mundo, como por ejemplo España.
Según el estudio, permanecer todo el año en horario estándar, un esquema que prioriza la luz de la mañana, reduciría el desajuste entre el reloj biológico y el ciclo de 24 horas para la mayoría de la población. Esa mejora se traduciría, según estiman los investigadores, en una disminución de la prevalencia de obesidad y en menos casos de accidente cerebrovascular: aproximadamente 2,6 millones menos de personas con obesidad y cerca de 300.000 casos de infartos cerebrales evitables solo en Estados Unidos. En tanto, el horario de verano permanente alcanzaría alrededor de dos tercios de esos beneficios.
La explicación de estos resultados es fisiológica: la luz matinal tiende a adelantar el ritmo circadiano y ayuda a sincronizarlo con el día de 24 horas, mientras que la luz vespertina lo retrasa. La mayoría de las personas tiene un ritmo levemente superior a 24 horas, por lo cual beneficia más una mayor iluminación en la mañana. Curiosamente, el estudio observa que las personas madrugadoras, que alcanzan alrededor del 15% de la población, podrían adaptarse mejor a un horario de verano permanente, porque la luz de la tarde acerca su ritmo a las 24 horas.
¿Los resultados son válidos para España?
De acuerdo a María de los Ángeles Rol de Lama, especialista de la Universidad de Murcia que no participó de la investigación, existen diferencias importantes a tener en cuenta antes de extrapolar los resultados a la realidad española. «La modelización implica supuestos que no siempre se reproducen en condiciones ambulatorias. Por ello, en España es poco probable que haya un horario de sueño de 22:00 a 7:00 horas durante los días laborables», indicó en una publicación de Science Media Centre.
Referencia
Circadian-informed modeling predicts regional variation in obesity and stroke outcomes under different permanent US time policies. Lara Weed and Jamie M. Zeitzer. PNAS (2025). DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.2508293122
«La diferencia de extensión geográfica también podría significar que los resultados obtenidos no son tan concluyentes en nuestro país, ya que las diferencias de latitud entre este y oeste son mucho menores que en Estados Unidos, aunque esto no resta validez a los datos obtenidos ni a las conclusiones», concluyó.
Para estimar los efectos en la salud pública, el equipo científico cruzó su índice de carga circadiana con datos sobre la prevalencia de afecciones vinculadas al desajuste horario: obesidad, diabetes, depresión y accidente cerebrovascular, entre otras. Aunque los porcentajes de reducción parecen pequeños, se traducen en millones de casos menos cuando se proyectan a la población estadounidense.