Los cambios de hora de primavera y otoño siguen con nosotros pese a que han sido cuestionados durante años, entre otros motivos por los efectos negativos en la salud en los días inmediatamente posteriores. Es difícil no notar el cambio el día que hay que retrasar o adelantar la hora y sentirse trastocado, sin saber muy bien qué hora es, los días siguientes. Diversos estudios muestran, además, que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares dado que se desincroniza el ritmo circadiano, es decir, el reloj biológico interno, afectando a la secreción de hormonas, la presión arterial y la frecuencia cardiaca.
En este contexto, un estudio de la Universidad de Stanford, publicado este lunes en la revista ‘Pnas’, ha ido un paso más allá al sostener que los efectos en la salud son crónicos y que si EEUU mantuviese el horario de invierno habría menos ictus y obesidad. En concreto, unos 300.000 casos menos de accidente cerebrovascular al año y 2,6 millones menos de personas con obesidad. Ajustarse al horario de verano de manera indefinida también sería positivo, aunque con un impacto menor en la reducción de ictus y sobrepeso. Lo menos sano, según concluyen los investigadores, es continuar con el cambio bianual de hora.
El estudio concluye que conservar el horario de invierno es la opción más beneficiosa para la salud
Para llegar a esta conclusión, Lara Weed y Jamie Zeitzer, primeros autores del trabajo, simularon la exposición típica a la luz interior y exterior de las personas en todos los estados de EEUU y, con modelos matemáticos, predijeron los cambios en la prevalencia de las patologías utilizando los datos de las agencias de control de enfermedades. Sus modelos muestran que el horario de invierno reduciría la prevalencia nacional de la obesidad en un 0,78% y la de los accidentes cerebrovasculares en un 0,09%, por la influencia de la salud circadiana.
Estiman que habría unos 300.000 casos menos de accidente cerebrovascular al año y 2,6 millones menos de personas con obesidad
«Cuando se expone a la luz por la mañana, se acelera el ciclo circadiano. Cuando se expone a la luz por la noche, se ralentiza», ha explicado Zeitzer, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento en Stanford. «Por lo general, se necesita más luz por la mañana y menos por la noche para mantenerse bien sincronizado con un día de 24 horas. Cuanta más exposición a la luz se recibe en momentos inadecuados, más débil es el reloj circadiano. Y todas las cosas que dependen de él, como nuestro sistema inmunológico«, ha indicado.
«Se necesita más luz por la mañana y menos por la noche para mantenerse bien sincronizado con un día de 24 horas»
La investigación ha generado cierta controversia entre los especialistas aunque, en términos generales, hay coincidencia en que se trata de un estudio pionero porque supone la primera aproximación a los efectos crónicos de la política del cambio de horario en la salud y, sus conclusiones, corroboran la necesidad de abandonar los cambios de hora estacionales y apostar por un horario permanente, el más próximo al horario solar.
Salud a largo plazo
“Este estudio aporta un mensaje muy relevante: mantener un horario estable y alineado con la luz natural tiene beneficios claros para la salud. Los autores muestran, con modelos aplicados a toda la población de Estados Unidos, que reducir la ‘carga circadiana’, es decir, la desincronización entre nuestro reloj biológico y el entorno, se asocia a menos obesidad y menos ictus. Es un paso más allá de lo que ya sabíamos: no solo los cambios de hora de primavera y otoño generan problemas agudos de sueño, accidentes o infartos, sino que también el horario que mantengamos de forma permanente influye en nuestra salud a largo plazo», indica María José Martínez, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño, en declaraciones a Sciencia Media Centre (SMC).
No obstante, el trabajo tiene limitaciones, dado que asume un patrón de luz y horarios de sueño igual para toda la población, sin tener en cuenta que los horarios son irregulares, hay personas que trabajan de noche o tienen bajo acceso a la luz natural. Tampoco incorpora el tiempo al aire libre ni eventos meteorológicos que modifican la exposición a la luz y, en consecuencia, los efectos en la salud. Es un estudio teórico y basado en modelos, no en ensayos experimentales ni en un seguimiento real y longitudinal de las personas.
El debate en España
En cuanto a la posible traslación de los resultados a España, que tiene un huso horario que no le corresponde por su posición geográfica, lo que implica aproximadamente una hora de adelanto sobre la luz solar, hay división de opiniones. Por ejemplo, Juan Antonio Madrid Pérez, director del laboratorio de Cronobiología en la Universidad de Murcia, considera que el trabajo «ofrece una base científica sólida para el debate sobre el futuro de la política horaria y sus resultados son extrapolables a otros países con grandes diferencias entre el horario oficial y el solar, como en España».
Pero no opina lo mismo Rocío Barragán, investigadora de Medicina Preventiva y Salud Pública en Universidad de Valencia, quien en declaraciones a SMC considera que los datos «no se pueden extrapolar debido a las diferencias en latitud, el huso horario, patrones, datos sociodemográficos y de salud».
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