Cinco meses después de su fallecimiento el pasado mes de abril, Montuïri despidió anoche a Pere Sampol con un sentido homenaje en el CEIP Joan Mas i Verd, en un acto organizado por Més per Mallorca que comenzó por la tarde y se prolongó bien entrada la noche ante unas 600 personas, entre ellas políticos, representantes de la sociedad civil y familiares.
La alcaldesa de Montuïri, Paula Amengual, fue la encargada de abrir el acto: «Más allá de los cargos, fue un hombre coherente, íntegro y profundamente arraigado a la tierra. Para él, la política no era una herramienta de poder, sino de servicio». Entre las primeras filas, se pudo ver a la presidenta del Congreso y líder del PSIB-PSOE, Francina Armengol, flanqueada por varios políticos socialistas, y a multitud de dirigentes y miembros del partido ecosoberanista, desde Lluís Apesteguia hasta Neus Truyol, pasando por Kika Coll o Miguel Ángel Contreras, además del historiador y político del PSM Mateu Morro o el presidente de la OCB, Antoni Llabrés, entre otros.
El homenaje se centró en tres coloquios que repasaron la trayectoria del exdirigente del PSM, desde su vertiente institucional, pero también desde su cara como líder y desde su faceta más íntima. Sampol fue una figura capital en el nacionalismo político de Mallorca como vicepresidente del Govern, senador en Madrid, regidor en Montuïri, diputado y conseller insular.
«Escuchaba al pueblo y lo convertía en estrategia», recordó el catedrático Sebastià Serra, que subrayó su rigor y su capacidad para integrar propuestas del tejido asociativo. Damià Pons reivindicó su papel en la consolidación del nacionalismo de izquierdas «de los ochenta hasta hoy» y en la normalización lingüística del catalán desde todas las áreas del Govern. «No fue un político monotemático, hablaba de todo y con conocimiento de causa», añadió.
La mirada desde Menorca la aportó Tuni Allès, que evocó su ley de Comercio, «pionera en el Estado, que entendía el comercio no solo como un sector de la economía, sino también como una pieza de las ciudades vivas». «Hacen falta más políticos como él para afrontar la masificación que sufre Baleares», aseguró, y añadió que Sampol, si viviera hoy, «hubiera dicho claramente que lo de Gaza es un genocidio».
En un coloquio sobre su liderazgo, Mateu Morro dibujó a un dirigente que «nunca se aferró a los cargos», capaz de ceder paso cuando tocaba y de ligar palabras con hechos: «El éxito de un líder es el éxito de un grupo, y Sampol lo sabía». Maria Antònia Vadell aportó el retrato de un diputado meticuloso y cuidado, siempre con la corbata bien puesta, discursos preparados durante horas y sometidos a las crítica de su equipo antes de bajar al pleno: «Pere Sampol fue un político querido, respetado y admirado por todos».
En su intervención, Lluís Apesteguia se comprometió a mantener vivo el legado «plenamente vigente» de quien ayudó a modernizar el nacionalismo mallorquín en los años 70 y 80, convirtiéndolo en un «proyecto interclasista» que liga «lengua, cultura, autogobierno y justicia social». En declaraciones a los medios, añadió que Sampol «fue uno de los constructores de la Mallorca moderna»: «En esta política convertida en espectáculo, se añora su vigor, su capacidad de diálogo, su empatía y su forma de poner a los mallorquines por delante sin traicionar a sus principios».
Más allá de lo institucional y político, también se recordó su lado personal. Amigos Joan Mas ‘Collet’, Mateu Ginard y Joan Verger repasaron al Pere Sampol cotidiano, el del café y las conversaciones calmadas. Homenajearon la huella que dejó tras de sí, desde la oposición férrea a finales de los 80 a la vicepresidencia del primer Pacte de Progrés, así como sus batallas por el territorio en es Trenc, Cabrera o Dragonera y su firme defensa por la lengua catalana, además del tren a sa Pobla y Manacor o la ecotasa. En Madrid, como senador, llevó al pleno el déficit fiscal, el maltrato hacia Baleares en los Presupuestos Generales o la discriminación de la lengua, «demostrando que la voz de Baleares podía sonar sin filtros ni intermediarios».