En los más de doce años que pasaron desde el fatídico accidente del Alvia en Santiago, al maquinista Francisco José Garzón Amo solo se le escuchó en los minutos posteriores al descarrilamiento y en el juicio, en julio del año pasado, donde acabó condenado a dos años y medio de cárcel por la comisión de 79 delitos de homicidio y 143 de lesiones por imprudencia grave. Todo lo que tuvo que decir el conductor monfortino, que fue poco, lo hizo a través de su abogado. Pero ayer decidió romper su silencio. ¿Por qué ahora? «Lo hago por las víctimas, para que haya justicia. Si ellos consiguen lo que quieren, bendito sea».
Así justificaba su paso al frente en el programa Salvados de La Sexta, donde recordó lo ocurrido y habló de lo que le queda por delante: el posible ingreso en prisión una vez se resuelva su recurso. «No tengo miedo a la cárcel, porque tengo la conciencia muy tranquila», dijo, para añadir: «Mi madre es muy mayor. Si no fuera por mi madre, me da lo mismo».
Garzón recordó que era precisamente su madre la que estaba en la habitación del hospital cuando lo arrestaron. «Me vienen a buscar a la habitación y me ponen las esposas. Le dije a mi madre: desaparece de aquí y déjame a mí solo. Yo no quería que salpicase a nadie», relató.
Durante su estancia en el hospital «nadie se preocupó por mí». Se refiere a las autoridades: ni el delegado del Gobierno ni los príncipes de Asturias —Felipe y Letizia—, que en su visita a los heridos «pasaron por delante y pasaron de largo». Garzón se sintió entonces «un criminal». Y empezó a darse cuenta de lo que le esperaba. «Era yo el culpable. Era todo responsabilidad mía».
No fue la única vez que Garzón se sintió indefenso en todos estos años. Tras el accidente, «yo quería decir la verdad y que se esclareciera todo porque no tenía nada que esconder», pero se encontró de repente sometido a una norme presión mediática. «No me había bajado del Alvia y ya estaba todo en la prensa: nombre y apellidos, dónde vivía, fotos… ¿Quién filtró todo?», se pregunta. «Iban a buscar un culpable».
Tampoco tardaron en salir audios internos de su conversación con la central tras el descarrilamiento. «Sacaron la grabación que ellos quisieron». Pero ¿quién? «ADIF es el custodio de las grabaciones, no Renfe. ADIF fue quien debió difundirlas al ministerio y el ministerio filtraría lo que le dio al gana», una situación que le provocó al de Monforte «desesperación, impotencia, desprotección…».
Sensaciones todas ellas que fueron minándolo. «Sabes que siempre van a hablar de ti, una y otra vez… Es una muerte en vida porque es recordar lo jodido». Pese a ello, se siente «una persona normal, pero mi vida está marcada, no condicionada, por esto», algo que lo lleva a buscar «un perfil bajo» y «tranquilidad». Y no oculta su satisfacción porque para sus conocidos él no es el maquinista del Alvia, sino que sigue siendo «Paco Garzón».
Por último, insiste en que lo que ocurrió en Angrois en julio de 2013 fue «un accidente«. «No deja de ser una accidente por falta de medidas de seguridad que nos protegieran a mí y a las víctimas. Fue por falta de medios, porque los quitaron». Unas víctimas, por cierto, por las que se «siente perdonado» y por las que desea «que se sepa todo».
«El tren lo llevé yo, pero lo pudo haber llevado otro. Me tocó a mí la china…».
El abogado: «Lo tenían detenido como un elemento muy peligroso»
Salvados dio protagonismo a Manuel Prieto, abogado de Garzón. El letrado fue muy crítico con el trato a su cliente en los primeros instantes. «Lo llevaron al calabozo, donde tenía un camastro. Él pidió por favor una silla porque sus lesiones no le permitían tumbarse, pero le dijeron que no». Después, el ministerio del Interior dio una rueda de prensa en la comsiaría de Santiago donde se jactaba de que arrestaran al maquinista. «Lo tenían detenido como elemento muy peligroso», lamentó Prieto.
También desveló su estrategia de defensa, que surgió del planteamiento de las propias víctimas. «El relato de que todo empezó en el accidente había que cambiarlo: tiene que empezar por la construcción de la línea», recordó. Después, habló de toda la «falta de señalización» y de los sistemas de frenado y seguridad que exige la ley para una línea así. «Ese accidente fue previsto por un jefe de maquinistas dos semanas después de inaugurarse la línea».
En el programa también dejaron su testimonio Rogelio Bernardo, que perdió a su hijo en el tren; y Jesús Domínguez y Teresa Gómez Limón, que viajaban en el Alvia y que cargaron con dureza contra la gestión política de la tragedia y el juicio.












