El coche eléctrico todavía es minoritario en nuestro país. Apenas representa un 8% de las ventas totales, pero ya ha dado lugar a un nuevo tipo de conductor, reconocible y con hábitos muy concretos. Una especie en expansión que podríamos llamar Homo Electrus. El retrato que sale de la última encuesta de Zunder es claro y curioso a la vez.
¿Cómo es el conductor de coche eléctrico?
Los datos confirman lo que muchos intuíamos: el usuario medio del eléctrico es en su mayoría un hombre de entre 35 y 54 años que vive en una gran ciudad. Madrid y Barcelona concentran por sí solas cuatro de cada diez conductores, aunque también los encontramos en Valencia, Bilbao, Sevilla o A Coruña. La concentración urbana es evidente, aunque el uso del coche no siempre lo sea.
Coche eléctrico recargándose en un punto doméstico / Edgar Vivó
En cuanto al tipo de vehículo, dominan los SUV y los modelos del segmento A. Y aunque siete de cada diez recibieron ayudas públicas para la compra, sigue siendo un desembolso importante. Aquí es donde asoma un primer filtro social: no cualquiera puede entrar en la tribu. Comprar el coche ya cuesta, pero además es casi imprescindible disponer de un punto de carga privado en casa o en el trabajo. Y eso en España no es tan fácil. La vivienda unifamiliar o con plaza propia suele ir de la mano de un nivel económico algo más alto que la media.
No solo de ciudad
Uno de los tópicos habituales es pensar que el eléctrico sirve para trayectos cortos, para ir a trabajar y poco más. Pues no. Según la encuesta, el 93% de los usuarios recorre más de 10.000 km al año y casi la mitad supera los 20.000 km. Distancias que ya colocan al eléctrico en un uso intensivo, mucho más allá del entorno urbano.

Interior de un moderno coche eléctrico / Edgar Vivó
En el día a día, un tercio se mueve entre 50 y 150 kilómetros, y si miramos los viajes largos, más del 40% realiza al menos siete trayectos de más de 250 km cada año. El Homo Electrus se desplaza mucho, y eso obliga a contar con una red de carga solvente, bien situada en corredores estratégicos.
Convencidos del cambio
Cuando un conductor da el salto al eléctrico, casi nunca vuelve atrás. El 95% asegura que no regresaría a un coche de combustión, y prácticamente todos lo recomendarían a familiares o amigos. No es solo una cuestión ecológica, también pesa la experiencia de uso, el ahorro en combustible y mantenimiento, y la autonomía real, que ya empieza a ser suficiente para muchos.
Incluso la percepción de la infraestructura ha cambiado. Aunque a menudo se critica la falta de cargadores, el 91% de los Homo Electrus creen que España ya está preparada para viajar en eléctrico sin demasiadas complicaciones. Y un dato interesante: el 81% asegura que nunca ha tenido que esperar más de 15 minutos para enchufar el coche. Lo que refuerza la confianza en viajes de media y larga distancia.
Hábitos de carga

Coches eléctricos recargándose / Edgar Vivó
Los hábitos de recarga muestran también un patrón muy definido. El 70% prefiere cargadores de más de 50 kW, y un 37% busca directamente estaciones ultrarrápidas por encima de los 150 kW. Sin embargo, la rutina diaria pasa por recargar en casa o en el trabajo, normalmente de noche, aprovechando tarifas más bajas y la tranquilidad de arrancar el día con la batería llena. De nuevo, esto vuelve a dejar claro que tener un punto de carga privado marca la diferencia.
Una forma distinta de moverse
El Homo Electrus no solo conduce un coche distinto, también organiza su movilidad de otra manera. Planifica viajes con más antelación, consulta aplicaciones para localizar cargadores, y aprovecha cada recarga para optimizar tiempos. Es un conductor más informado, y también más previsor.
Y aunque los estudios no lo digan de forma explícita, se intuye algo evidente: este perfil pertenece sobre todo a una clase media-alta. Comprar un coche eléctrico, instalar un cargador y mantener en la mayoría de los casos tener un segundo coche en casa con más autonomía, exige inversión, espacio y planificación. No está todavía al alcance de todos.
El debate que queda abierto es claro. Si queremos que el eléctrico deje de ser una rareza y que su especie crezca de verdad, habrá que facilitar su acceso más allá de este grupo privilegiado. Mientras tanto, el Homo Electrus seguirá expandiéndose poco a poco, con sus rituales de carga y su forma peculiar de entender la carretera.