Hasta un 10 % de los niños y adolescentes pueden sufrir migraña, una patología que puede empezar, incluso, en la infancia temprana, y que se puede ver favorecida por el estrés escolar. Así lo advierte la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP) con motivo de la celebración, este viernes, del Día Internacional de Acción contra la Migraña. «La migraña no es un simple dolor de cabeza«, explica el portavoz de la SENEP, el neuropediatra José Miguel Ramos-Fernández.
La migraña describe, es una cefalea incapacitante, recurrente, de intensidad moderada a severa, con frecuencia pulsátil (sensación de palpitaciones o latidos en la cabeza que a veces los niños no saben expresar bien- y que puede durar horas. Se acompaña de otros síntomas, explica el especialista, como náuseas, vómitos, palidez, sensibilidad a la luz o al ruido, pérdida transitoria del campo visual, de la fuerza, de la sensibilidad, y lleva con frecuencia a la necesidad de acostarse en una habitación oscura.
Crisis más cortas
En los niños, además, las crisis de migraña suelen durar menos que en adultos y, a veces, se manifiestan con dolor abdominal recurrente, o con mareos y sin que siempre aparezca dolor de cabeza. «Es un error pensar que la migraña es una cefalea de los adultos«, afirma, al tiempo que recuerda que actualmente se calcula que hasta un 7-10% de los niños y de los adolescentes pueden padecer migrañas, con mayor frecuencia en la adolescencia, aunque pueden aparecer incluso en edad preescolar.
El también jefe de Sección de Neurología Pediátrica del Hospital Regional Universitario Materno-Infantil de Málaga recuerda, además, que, antes de la pubertad, la migraña afecta por igual a niños y a niñas, pero tras la menarquia se hace más común en el sexo femenino: «Aproximadamente la mitad de los niños con migraña tendrá remisión espontánea tras la pubertad, pero si la migraña comienza en la adolescencia es más probable que continúe en la adultez«, precisa.
Los detonantes
La causa subyacente de la migraña no está del todo esclarecida, y se cree que hay una combinación de predisposición genética y de factores desencadenantes ambientales, tal y como apunta el portavoz de la SENEP. «El estrés o ansiedad (exámenes escolares, problemas emocionales) es otro desencadenante referido en más de la mitad de los niños. Asimismo, tras un esfuerzo físico excesivo o cambios bruscos en la rutina, algunos pueden presentar crisis», remarca José Miguel Ramos-Fernández.
Además, los médicos saben que tener antecedentes familiares aumenta el riesgo: los hijos y hermanos de personas migrañosas tienen hasta 1,5-2 veces más probabilidad de sufrir la dolencia que quien no tiene esa carga familiar. De hecho, cerca del 60% de los niños con migraña tienen al menos un familiar cercano que también la padece, lo que sugiere una herencia poligénica».
En adolescentes, el alcohol puede detonar las migrañas, así como la cafeína en exceso: refrescos de cola o bebidas energéticas
Por otro lado, resalta que existen otros factores que pueden precipitar una crisis, como los alimentarios: saltarse comidas o llevar ayuno prolongado es un disparador frecuente; asimismo, determinados alimentos pueden provocarla en personas susceptibles. El especialista destaca el chocolate, los quesos curados o alimentos con glutamato, entre otros. En adolescentes, incluso el alcohol puede detonar las migrañas, así como la cafeína en exceso como refrescos de cola o bebidas energéticas.
El estilo de vida
En cuanto a los posibles hábitos y al estilo de vida como factores predisponentes en menores, el neuropediatra cita a la deshidratación, así como a las alteraciones del sueño -tanto dormir muy poco como dormir demasiado un día o un cambio de rutina- o la exposición a luces brillantes o parpadeantes, como pasar tiempo excesivo con pantallas, videojuegos con luces intermitentes).
El diagnóstico de la migraña en niños y adolescentes es clínico y no necesita pruebas invasivas en la mayor parte de los casos, explica el especialista. El diagnóstico inicial corresponde al pediatra de cabecera. «Sin embargo, conviene consultar a un neurólogo pediátrico cuando las migrañas son frecuentes o severas, y requieren profundizar en el manejo; o cuando surgen signos atípicos de alarma, y que hacen sospechar algo más que una migraña común», remarca.
Señales de alarma
Entre estas señales de alarma apunta las siguientes: si el dolor de cabeza está acompañado de fiebre, de rigidez de cuello, de erupción cutánea, de vómitos constantes, de pérdida de visión o de alteraciones neurológicas transitorias (dificultad para hablar, debilidad en un brazo o pierna, visión doble). Otra es cuando aparece una cefalea de inicio brusco y muy intensa -eso que se describe como «el peor dolor de cabeza de su vida» o si se dieran cambios en el patrón habitual del dolor.
Un grupo de adolescentes consulta sus móviles. / Ferran Nadeu
La buena noticia concluye el médico, es que hoy se dispone de herramientas para ayudar a casi todos los niños. «Con un diagnóstico certero, con educación, y con un plan de tratamiento individualizado, la mayor parte de los niños que padecen crisis de migraña pueden llevar una vida prácticamente normal, manteniendo sus actividades y desarrollo sin graves consecuencias», finaliza.
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