Comenzó como estudiante de doctorado interesado en aspectos de seguridad nacional, terrorismo y geopolítica y de momento ha acabado siendo uno de los miembros de la red de apoyos clandestinos al Kremlin más buscados en Europa. La razón: su supuesta implicación en diversas campañas de ciberataques de origen ruso contra organismos públicos y empresas privadas en España. Enrique Arias Gil, madrileño de 37 años, cuya cara publicaban este viernes en redes sociales la Policía Nacional y Europol buscando colaboración ciudadana, es el último agente de apoyo a Rusia entre los objetivos de la Seguridad del Estado y de las policías de la UE cuando la guerra de Ucrania y la presión rusa sobre Occidente están lejos de finalizar.
La Policía no se anda con eufemismos en su alerta: lo acusa de «ciberterrorista», y de miembro de la red de hackers de origen ruso NoName057. También invita al público a dar pistas sobre su paradero.
Del perfil del personaje llaman la atención sus vínculos con miembros de la seguridad estatal, con contactos entre los militares, hasta el punto de graduarse cum laude en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado, y como socio de un subinspector de la Policía conocido entre sus compañeros por sus inclinaciones ultras. Además, también bien relacionado con el aparato oficial de entidades musulmanas, a través de la Junta Islámica de España, a la que había frecuentado durante una investigación de doctorado.
Fuentes relacionadas con la investigación de este caso sitúan a Arias en Rusia, donde siempre ha sido bien acogido. La última pista sobre su paradero le situaba en un parque temático de la arquitectura tradicional rusa, Ismailovo, en Moscú, donde rodó un anuncio para publicidad institucional de la Federación Rusa. En España, su rastro se pierde en el aeropuerto madrileño de Barajas, donde el 19 de agosto de 2024 tomó un vuelo con destino a Doha, la capital de Catar.
Llamadas a la guerrilla urbana
Dentro de una intensa labor de agitación en redes sociales, blogs y publicaciones digitales prorrusas hubo algo más. Fuentes próximas a la investigación del caso atribuyen a Arias campañas de incitación a la violencia en los escraches contra la sede federal del PSOE en la calle Ferraz de Madrid. Cuando esas protestas ultras adquirían su pico de temperatura -también de implicación de dirigentes de Vox-, Arias difundía tutoriales para eludir a la Policía, y localizaciones de furgones de los agentes antidisturbios, así como consejos para la pelea contra los agentes policiales en las calles.
Las redes que regentaba, principalmente en Telegram, no solo cumplían una función propagandística, también otra misión: dar aire, aventar, los ciberataques del grupo de hackers prorruso NoName057, que con tácticas de denegación de servicio (DDoS) ha colapsado en los últimos tres años webs variadas de servicios de transporte, ayuntamientos, instituciones públicas y algunas empresas del sector de la defensa, siempre con la firma de la huella del oso ruso.
Las diversas ramas de NoName057 son una de las amenazas más monitoreadas por la Policía, la Guardia Civil y el Centro Criptológico Nacional. El colectivo no utiliza técnicas sofisticadas de ataque o intrusión en sistemas (que haya trascendido): sus campañas se basan en echar abajo sites de internet mediante la acción conjunta de muchos colaboradores.
El grupo ruso de hackers tiene más apoyos en España de los que parece. Tres de esos colaboradores fueron localizados y detenidos por la Guardia Civil en Manacor, Huelva y Sevilla en julio de 2024. Llevaban meses cooperando con un colectivo de terrorismo informático nacido al tiempo que comenzaba la «operación militar especial» de Vladimir Putin en Ucrania y cuyo fin fundacional declarado es“responder proporcionalmente a las acciones hostiles y abiertamente antirrusas de los rusófobos occidentales”.
Propaganda y agitación
Por un lado -según le atribuye la Policía- Arias se ha estado implicando en los ciberataques, y por otro les daba publicidad difundiendo, en definitiva, que la estructura de seguridad en España es inútil y mal preparada. Blanco de sus mofas y campaña era, con frecuencia, el Centro Nacional de Inteligencia, el CNI, al que llamó en una de sus campañas «Centro Nacional de Ineptos».
En Telegram, y también en artículos en la publicación prorrusa Geoestrategia.eu y la plataforma Sputnik, se hacía llamar Desinformador Ruso y se presentaba como «la pesadilla de los globalistas y atlantistas». Arias se destacó como colaborador de la entidad Casa Rusa Madrid, ayudando en una campaña para captación de estudiantes españoles que quieran matricularse en centros universitarios rusos.
El hoy uno de los peones occidentales del Kremlin más buscados había escogido el nombre «Desinformador Ruso» con ironía, y hacía mofa de una supuesta obsesión occidental con los bulos desestabilizadores del Kremlin en sus campañas grises de alteración de la paz política en Occidente. Con ese perfil -aunque con un nickname alejado de ese papel: @musicarusaesp– a veces encabezaba, otras secundaba, las narrativas rusas más clásicas vertidas en Occidente: autoridades democráticas ilegítimas, UE tiránica e inservible, OTAN agresiva, ruina y decadencia generalizada en Europa, prosperidad de Rusia, inmigración invasora, culpas de Ucrania…
Arias Gil es ahora algo más que un doctor universitario metido en líos. Se desconoce cuándo pudo ser captado por Moscú, pero si lo ha seguido la Seguridad del Estado desde su afloramiento al tiempo que los carros rusos penetraban en territorio ucraniano y se encendía la guerra en el noreste de Europa. Es una de esas figuras que suelen ser objetivo de las redes de reclutamiento rusas: licenciado en Políticas, graduado en una institución próxima al Ejército, con títulos de máster en el área de la Seguridad y la Inteligencia y con teléfonos de funcionarios en su agenda…
Cuando se doctoró en Seguridad Internacional, lo hizo con una tesis titulada «Los actores individuales: un fenómeno terrorista emergente», referida a lo que la prensa llama «lobos solitarios» del yihadismo. Es un trabajo grueso, muy bien documentado, en el que dedica un inquietante capítulo al «terrorismo nuclear». En ese capítulo el autor se muestra convencido de que «el terrorismo nuclear se extenderá los próximos años al ámbito del terrorismo individual más fácilmente que al ámbito del terrorismo organizado….».
A partir de su perfil académico consiguió colarse como analistas en algún programa de TVE, pero carecía de una forma estable de ganarse la vida. Por eso hace un año se fue a Rusia, donde «no hay el paro que hay en España», decía
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