Un alquiler de 740 euros al mes en una vivienda de la calle más lúgubre de Mallorca, según los criterios de mercado, debe ser considerado hoy una ganga. Fantasear con el mismo precio para un hogar en uno de los parajes más privilegiados de la isla significa dar rienda suelta a los sueños, lo único gratis total que queda en esta tierra saturada. Sin embargo, por lo visto, en ella, entre el caos de la desesperación de falta de vivienda, algún sueño se hace realidad y algún milagro posible se vuelve digno de admiración por extraordinario.
Roderic Veas ha puesto en alquiler una casa sencilla, de dos habitaciones, con terreno y las envidiables vistas panorámicas de Banyalbufar, por el módico precio de 740 euros al mes. Tal extravagancia obedece a su convicción personal según la cual «la gente tiene que poder vivir». Queda propuesto en firme como conseller de Vivienda por consenso cívico y, con toda probabilidad, no político. Con algunos militantes más, activos y efectivos de la dignidad habitacional, seguro que la primera venta, esta misma semana, de pisos a precio tasado en Manacor no hubiera constituido, por excepcional, un acontecimiento de primer orden. Sería rutina.
Una oferta de arrendamiento a precio considerablemente inferior a la media del lugar suena de entrada a estafa y una vez confirmada su certeza, señala a su autor, en asignación benevolente, como bicho raro por renunciar al negocio pasivo fácil. Dado lo inusual del caso, también implica una denuncia en toda regla de las arbitrariedades de la actividades inmobiliarias en las que poco es de fiar. Nada menos que 600 demandantes de información han llegado a interesarse por la decisión de Roderic Veas. Alguno de ellos ha tenido el detalle de darle las «gracias por ser coherente». Lo dicho, un bicho raro.
El problema de la vivienda en Mallorca ha llegado al extremo de requerir la militancia activa de la dignidad habitacional. Aunque pocos lo tengan en cuenta, alquilar una casa es también una cuestión de conciencia para su propietario.
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