Fue en 2017 cuando España conoció a Simón Pérez y Silvia Charro. Aparecieron en un vídeo hablando de hipotecas en El Economista, con la mirada perdida, las palabras arrastradas y los gestos descontrolados. La sospecha fue inmediata: estaban bajo los efectos de la cocaína. Ellos lo negaron. Incluso se sentaron en el plató de Espejo Público para desmentirlo y alegar que estaban sobreactuando. Nadie les creyó. El vídeo se volvió viral, ellos perdieron sus trabajos… y la bola empezó a rodar. Lo que parecía un simple tropiezo acabó transformándose en un modo de vida grotesco. Descubrieron el dinero fácil de internet: los directos, las donaciones, la atención morbosa. Primero como un juego, luego como un modo de subsistencia, y finalmente como una espiral mortal.
“Me ofrecen dinero por matarme”
En la entrevista más cruda que se recuerda en Espejo Público, Simón admitió que su vida ha quedado reducida a un espectáculo de autodestrucción financiado por desconocidos.
“En una de las plataformas, los usuarios me ofrecían mil euros si me metía dos gramos de cocaína de golpe. Hay estudios que dicen que con dos gramos te mueres de sobredosis. Y ellos insisten: ‘Venga, hazlo, te pagamos’. La mayoría quiere que me muera en directo”, confesó con un temblor en la voz.
Un entretenimiento macabro, una especie de “circo romano digital” donde la audiencia lanza monedas a la arena para ver cómo un hombre se degrada hasta la muerte.
La cocaína como moneda de cambio
El consumo de Pérez alcanzó niveles insoportables: 15 gramos diarios, unos 800 euros al día, sufragados por donadores anónimos que contactaban con él a través de Telegram.
“La gente me manda dinero y el camello viene a casa. Yo no hago nada. Cada tres horas me llega un mensaje ofreciendo droga. Me mantienen como si fuera un Tamagotchi. Si digo que tengo hambre, me mandan dinero para comer. Si digo que necesito coca, me la pagan”, explicó.
Las consecuencias físicas ya son visibles: heridas en la cara y el cuerpo, llagas, síntomas que los médicos asocian a una fase terminal. “Hace dos meses me dijeron que me quedaba un año de vida. Ahora dicen que, con lo que tengo, quizá sean solo semanas”.
Silvia , su novia: “Verle seis días sin dormir es insoportable”
Silvia, que compartió fama y caída, rompió en directo: “Yo llevo limpia desde 2019. Nuestra relación está destrozada, duermo en casa de mis padres. Él puede pasarse seis días sin dormir. Yo ya no aparezco en sus directos porque estoy completamente en contra. Esto nos ha arruinado como pareja, como familia, como personas”.
Confesó que el hijo adolescente de Simón, de solo 14 años, ha presenciado la degradación en clips y redes sociales: “Me dijo: papá, fúmate un porro si quieres, pero no te metas coca, que te vas a morir”.
El comentario inocente y brutal del menor se ha convertido en una alarma insoportable. “Es uno de los principales motivos por los que quiero dejarlo”, reconoció Pérez, con la voz rota.
Entre el odio y la dependencia
Simón asegura que más de la mitad de los seguidores que le pagan lo hacen con un único objetivo: verle caer. “Me odian, quieren que me muera. Pero a la vez me sostienen. Pagan la droga, pero también la comida, la luz, el teléfono. Sin ellos yo no viviría. Es un sentimiento ambivalente: me destruyen, pero también me mantienen vivo”.
Una dinámica de sadismo colectivo, según apuntaron en el programa: un público anónimo que, escondido tras nicks y avatares, paga por empujar a un hombre a la tumba mientras observa desde la distancia su lenta agonía.
Macedonia, fracaso y depresión
No fue solo la droga. También hubo proyectos fallidos que marcaron el hundimiento. Pérez y Charro intentaron montar una empresa de marihuana en Macedonia. Atrajeron inversores, pero todo acabó en fracaso y nadie recuperó su dinero. La ruina se sumó a la adicción.
“Entré en depresión. Dormía veinte horas al día. Esto es una huida hacia adelante, un refugio. Ahora me cuesta hasta pensar”, admitió Pérez.
“Una de las entrevistas más duras de mi vida”
El silencio en el plató lo decía todo. Susanna Griso escuchaba con gesto serio, conmovida por la crudeza del relato. Finalmente, rompió la tensión con una confesión personal: “Esta es una de las entrevistas más complicadas que me ha tocado hacer en mi vida”.
No era para menos. Lo que se escuchaba no era un simple testimonio sobre drogas: era la radiografía de una sociedad que convierte la tragedia en espectáculo y la degradación humana en moneda de cambio digital. La historia de Simón Pérez y Silvia Charro es la parábola oscura de nuestro tiempo. Una pareja que un día fue viral entre risas y memes, convertida ahora en símbolo de hasta dónde puede llegar la maquinaria de la exposición pública.
De hablar de hipotecas pasaron a vivir de la droga en streaming; de negar un tropiezo pasaron a exhibir su destrucción; de ser carne de chiste pasaron a ser carne de morbo. Y mientras, un hijo de 14 años les pide lo que nadie más ha logrado: que paren. Que su padre, si quiere, se fume un porro, pero que no se meta coca porque se va a morir.
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