Cuando las manecillas del reloj marcaron las 17:00 horas, un volador rompió el cielo. Como si fuera un solo cuerpo, miles de personas corrieron hacia el agua para saltar, reír, abrazarse y reencontrarse con una tradición que, más que una fiesta, es una forma de vida. El Charco volvió a demostrar que en La Aldea, la familia y la tierra son sagradas.