«El fútbol es de los aficionados». Esta es una de esas leyes no escritas que los románticos del balón creíamos indestructibles, y que, sin embargo, estos tiempos que corren de más poder para el poder y de los indiferentes de la posverdad se han llevado por delante. Como si nada importara. Tanto ha dejado de importarnos casi todo que hace rato que empezamos a perder demasiado. Por ejemplo, el Valencia CF ya no es lo que era. Tampoco, LaLiga, aquella liga española antaño conocida y respetada como la Liga de las Estrellas. Desde hace unos cuantos años nos da lo mismo hasta escribir malamente su nombre arrejuntando artículo y sustantivo. Todo en uno. Todo vale. Todo sea por la pasta (aunque no caiga ni uno).
LaLiga es la liga que nos merecemos por haberlo consentido todo. Los clubes, firmantes de un pacto de vasallaje con Real Madrid y Barcelona, con Barcelona y Real Madrid. Tanto monta, monta tanto. Son lo mismo por mucho que cualquiera se empeñe en salvar al uno por delante del otro. Y los aficionados, que salvo honrosas excepciones apenas se rebelan contra el fútbol de consumo que nos han creado delante de nuestras narices figuras como Javier Tebas, el histórico abogado defensor de los inversores fantasma.
Una bofetada blaugrana de ida y vuelta
Durante las últimas semanas el Valencia y el valencianismo -sobre todo, los aficionados- han sido víctimas del último atropello por parte de uno de los dos clubes amos de nuestra liga. En este caso, el Barça de las palancas anti Fair Play Financiero. Mientras Joan Laporta tramaba la jugada, los dirigentes de Meriton en València perdieron, días y días, la oportunidad de demostrar de una vez que algo les preocupa la masa social del club. Javier Solís y Ron Gourlay -por supuesto, también el hijo presidente- se mantuvieron en silencio hasta que cayó la bofetada blaugrana de ida y vuelta. Nos cruzaron la cara con el anuncio de que el partido se jugará en un estadio sin el mínimo aforo «exigido» por LaLiga, y nos la cruzaron otra vez dejando sin ninguna entrada al valencianismo. Todo ello, en una jornada en la que solo un joven asturiano que se ha enamorado de Mestalla, Diego López, había sido capaz de poner el grito en el cielo.
Una golfería en toda regla en la que, todo sea puesto en orden, el primer responsable es el Barcelona, y, después, LaLiga por permitírselo. En la naturaleza de estas despreciables acciones poco cambian las 290 entradas dadas, casi por caridad, en las horas siguientes. Rectificar es de sabios, pero que nadie obvie que la patronal del fútbol español consiente que el Barça pueda acogerse, a su interés y beneficio, al pacto de entradas para zona visitante a 30 euros a causa de las obras de remodelación del Camp Nou. Una vez que la indignación del valencianismo, canalizada en la portada de SUPER, hizo mella coloreando los rostros de Laporta y Tebas llegó la reculada. Momentos de una tarde y una noche de vergüenza en los que el Valencia, aunque en penumbra, estuvo donde debía reclamando un mínimo de localidades para los suyos. ¡Qué menos!
La importancia del entorno
Seamos sinceros, entre las mieles del mercado y los cantos de sirena del Nou Mestalla, el entorno mediático que rodea al Valencia ha llegado mal y tarde en la penúltima falta de respeto de uno de los poderosos al resto de los 40 clubes del fútbol profesional. Daños como este afectan no solo a un club -ahora, puntualmente al nuestro-, sino a todos. No podría imaginar tanta indiferencia como la vista en València en Madrid, Sevilla o Bilbao.
Aficionados del Valencia CF desplazados al partido en Pamplona en la jornada 2 de la liga española / VCF Media
La prensa responsable, brazo de contrapoder, hace más falta que nunca en auxilio del ciudadano. Se trata de defender el interés de lectores y oyentes frente a los que mandan por encima de la gente. Porque, en definitiva, está en juego que cerca de 300 fieles seguidores -esos que sufren casi todo a cambio de casi nada- puedan (o no) acompañar a su equipo. Que vayan a estar el domingo, es lo único que vale la pena de esta historia… porque, como hemos comprobado con estos mismos acontecimientos, el plan de desplazar aficionados a Miami para expandir la marca -principalmente de Barça y Madrid- pasa por que los que paguen el pato perdiéndose un partido de su abono sean los aficionados de los otros 18 de LaLiga. Todo junto, eh. Si atentan contra los aficionados, cómo no iban a hacerlo contra la ortografía.