¿Por qué corre Israel la Vuelta? ¿Por qué terminarán la ronda española? Y, sobre todo, ¿por qué el año que viene estarán presentes en todas las carreras del calendario mundial, empezando por el Tour y acabando por la más simple de las pruebas internacionales?
Voy a poner un ejemplo. Cuando la Unión Ciclista Internacional sancionó a los corredores y equipos rusos, a raíz de la invasión a Ucrania -algo que no ha sucedido ahora con el genocidio en Gaza– Pavel Sivakov tomó una decisión. Sus padres son rusos, pero él nunca había vivido en el país afectado, ya que, pese a tener la nacionalidad por familia, el ciclista siempre habitó primero en Italia y luego en Francia. Y ahora como profesional de la bici reside en Andorra. Sivakov es corredor del UAE, disputó el Tour, pero está ausente de la ronda española.
Tardó cinco minutos en hacerse francés. Ya estuvo en el Mundial del año pasado con la selección tricolor y con bandera francesa ha podido disputar todas las pruebas sin problema alguno, dejando atrás su origen ruso.
Empresa canadiense
Premier Tech es la segunda marca del conjunto de Israel. Se trata de una empresa canadiense, por lo que en 2026 sólo tienen que hacer dos cosas -lo que según algunas fuentes será la medida utilizada por la escuadra ciclista- eliminar el nombre de Israel, denominarse exclusivamente con la marca canadiense y cambiar la licencia del equipo de Israel al país norteamericano.
Es exactamente, por otras cuestiones, lo que hizo Sivakov. Si son canadienses, si no llevan el nombre del país afectado por la sinrazón en Gaza, ¿quién se atreverá a impedirles correr cualquier prueba ciclista? ¿Por qué el dueño del equipo es judío? Acaso nos hemos vuelto locos.
¿Embajadores de los derechos humanos?
Los patrocinadores de buena parte de los equipos ciclistas, más allá del Israel, no es que sean embajadores de los derechos humanos y si se tuviera que hacer una limpieza a conciencia posiblemente nos quedaríamos sin pelotón profesional. Otra cosa es que lo que sucede ahora en Gaza. No hay por dónde cogerlo, ni defenderlo y no parece que sea de recibo que un equipo aproveche una carrera como la Vuelta para hacer promoción de los encantos turísticos de Israel.
La organización, ciertamente, no puede hacer nada. Si los expulsa, hecho que nunca se ha planteado, se exponen a indemnizaciones millonarias y a que el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) les quite en unos meses la razón, por qué no vale como defensa que las carreteras se llenen de activistas que aprovechen la ronda española para denunciar el genocidio.
La única opción
Unipublic sólo podía echarlos por un comportamiento inapropiado en carrera; desconsideración a los otros equipos, insultar a los espectadores o hacer trampas, como, por ejemplo, doparse. Estos argumentos no son suficientes por más gente que haya todos los días llenando las carreteras de la Vuelta con banderas palestinas.
El Israel estaba clasificado para correr la Vuelta como ocurrió antes en el Giro y en el Tour. Y, en todo caso, debería ser la UCI la que le retirase la licencia, como hizo con los ciclistas y equipos rusos después de la invasión a Ucrania. Pero, entonces, la federación sólo siguió las consignas del Comité Olímpico Internacional, un COI que, por ahora, no impone ningún obstáculo a los deportistas israelís, ya sea de forma individual o colectiva, a la hora de participar en cualquier evento, como ha sucedido también con el Eurobasket.
Por estas razones, el Israel corre la Vuelta. Por idénticas cuestiones Unipublic no los expulsa y por todas estas causas, guste o no, podrá correr el año que viene bajo licencia canadiense. Otra cosa sería que las autoridades norteamericanas se negasen a admitirlos o que antes de acabar el año, el COI, y con ello la UCI, aplicasen sanciones a los equipos, selecciones y deportistas con licencia israelí. Y eso ni pasa, ni parece que se vaya a plantear por muy injusto e inhumano que parezca todo lo que está sucediendo en la franja de Gaza.
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