Laurent Freixe, ex director ejecutivo de Nestlé.
Cualquier nutricionista con acceso a Instagram, pues la presencia en redes es el único requisito para titularse como experto en glúcidos, advertiría contra los riesgos del exceso de chocolate. En la mayoría de casos se referían a la ingesta del cacao azucarado, no al mantenimiento de dulzonas relaciones románticas con una subordinada que le ha costado a Laurent Freixe el cargo de consejero delegado de Nestlé. Otra víctima de la Inquisición chocolatera, en este caso por la vía sexual.
En teoría, es más peligroso el chocolate que el sexo. Los efectos se solapan al enrollarse en la mayor chocolatera del planeta. Ahí querría uno ver a un nutricionista de salón, obligado a discernir entre lo estomacal y lo cordial. En el diagnóstico que confirma las esencias suizas y por tanto calvinistas de Nestlé, la decapitación se ha producido por mantener «una relación romántica oculta con un(a) subordinada(o) directa(o)», porque el inglés del comunicado oficial no distingue de géneros.
Se empieza por condenar el sexo a secas, y se acaba extendiendo la prohibición al ‘romanticismo’. Sin pecar de experto ni de nutricionista, al bueno de Freixe le han hecho un Coldplay, dícese de cuando el mundo entero va a enterarse al detalle de tu vida íntima sin necesidad ni ganas de conocerte.
De consejero delegado a consejero delegado, de Astronomer a Nestlé, la primera vez que se ha tenido noticia de Freixe ha sido para desvelar con quién se acuesta. Su ‘relación romántica’ pasa a ser lo más importante que ha sucedido en su vida, aunque atesore más innovaciones chocolateras que Willy Wonka. De hecho, sus amores han igualado en fama ni que sea por un día al romance entre Johnny Depp y Amber Heard.
Debe apoyarse decididamente la expulsión de Freixe por razones organolépticas. Los nutricionistas aficionados que somos todos habíamos percibido en fechas recientes un decaimiento en las cápsulas de Nespresso. Lo atribuíamos al cambio climático, como todo lo que sucede en el planeta, cuando resulta que el máximo ejecutivo de la empresa flaqueaba porque se distraía componiendo sonetos a su amada.
Será difícil explicar estos tiempos a las generaciones futuras. Una empresa valorada en doscientos mil millones de euros extirpa a su máximo responsable por no perder el tiempo enamorándose fuera de la oficina. Al mismo tiempo, el planeta entero viene gobernado por un Donald Trump que se acostaba con una actriz porno mientras su esposa estaba embarazada, y que pagó el silencio con fondos de campaña y 34 condenas penales. Algo no cuadra.
Se impone por tanto abrir un paréntesis, y preguntar a bocajarro a Clara Serra, sin duda la observadora más lúcida de las relaciones contemporáneas desde su imprescindible El sentido de consentir:
-¿Se puede ligar en el trabajo?
-Ocurre, y me parece bastante inevitable. La gente liga en el trabajo, sin acoso ni coacción no tiene nada de malo. En cambio, no se debe instrumentalizar el poder para coaccionar a otros, como han hecho con impunidad y colaboración ajena muchos hombres poderosos.
En efecto, el mayor peligro de la relación romántica establecida por un poderoso (y adviértase de que hasta el impulso inicial obedece al orden jerárquico), sobrevendrá cuando llegue el punto de ruptura. Y es que el mal llamado amor se derrite con más facilidad que el chocolate, por poner un ejemplo que pueda entender un ejecutivo de Nestlé, quizás incluso un nutricionista.
España juega un papel nada honroso en el escalafón empresarial planetario, pero ha sido imprescindible para expulsar del paraíso al Freixe enamorado, con su mirada de pez abisal. En concreto, el exInditex Pablo Isla ha ejercido de detectivesco y frailuno Guillermo de Baskerville, encargado de instruir el castigo pese a su pasaporte de un país fogoso pero que de momento no castiga rijoso las nutritivas relaciones románticas en el trabajo. El verdugo ha ascendido en el escalafón gracias a su gestión, después de resaltar que penalizó la ocultación y no el amor.
El sucesor del cancelado es otro desconocido, que se llama Philip Nactartil. Ha recibido en su nombramiento los mismos elogios que encumbraron a Freixe, y que se fundirán como una pastilla de chocolate si se le ocurre depositar sus ojos en otro ser humano de Nestlé, que debería vetar las ventas de sus productos a todos los compradores que no acrediten una intachable moral. Si hablaran los muros de la mansión mallorquina de la fallecida Liliane Bettencourt, principal accionista de la chocolatera como heredera de L’Oréal.
Mi reacción contra el puritanismo cacaótico consistirá en reducir a la mitad la ingesta de Nespresso, a ver si pueden soportarlo las cuentas de la empresa que persigue las pasiones clandestinas.