Teror fue este lunes, desde primera hora de la mañana, el hogar de los devotos de la Virgen del Pino. La calle Real de la Plaza y, por supuesto, la emblemática Plaza del Pino, estaban completamente abarrotadas de peregrinos que, como cada 8 de septiembre, acudían con fervor a la Basílica del municipio para acompañar, ver y adorar a la patrona en su día grande. El pueblo amaneció cubierto por una ligera capa de niebla y con algún que otro chubasco que parecía querer empañar la jornada, pero la esperanza y la fe de los asistentes pronto se vieron recompensadas. Todo apuntaba a que la Virgen, al salir de su templo, no podría contemplar los rayos del sol. Sin embargo, de manera casi milagrosa, las nubes desaparecieron y el cielo de Teror empezó a combinarse con el color del manto de la patrona.
Los laterales de la calle principal estaban protegidos con unas vallas amarillentas que, desde antes del comienzo de la eucaristía, delimitaban el paso a los peregrinos. En un espacio equivalente al ancho de una acera, cientos y cientos de devotos se agolpaban, ansiosos por no perderse ni un solo detalle de la procesión. «Pinito» estaba a punto de salir y la emoción se palpaba en el aire.
A la imagen la arroparon miles de personas al grito de «¡Viva la Virgen!», mientras una espectacular lluvia de 200.000 pétalos de rosas bañaba la calle peatonal. Esta petalada, que también celebraba un aniversario especial, cumplía 10 años desde su primera edición. «Esta es la primera vez que se lanza tanta cantidad», explicó Toni Tadeo, uno de los organizadores del evento. El año pasado, la cifra se fijó en torno a los 160.000 pétalos, unos 40.000 menos que en esta edición.
Amigas por la Virgen
Algunos de los feligreses visitan a la patrona a lo largo de todo el año, mientras que otros viven prácticamente al lado de la Basílica. Sin embargo, el Día del Pino es una fecha que todos esperan con especial ilusión y no pueden resistir la emoción de verla pasar y rendirle homenaje.
Davinia Ucero y Francisca Santana no se conocían, pero mientras esperaban pacientemente a que terminara la misa, entablaron una amistad inesperada. Ambas se desplazaron sin compañía hasta la villa, sin saber que, detrás de una de las vallas de la calle Real de la Plaza, compartirían vivencias y opiniones.
Rosa González, Felipe Hernández, Reyes Díaz, Margarita Corujo y Obdulia Rodríguez esperan a la salida de la Virgen de la iglesia / José Carlos Guerra
Ucero ha decidido este año «ponerse las pilas» porque, aunque año tras año se propone subir el 8 de septiembre al pueblo para ver a la patrona, por unas cosas u otras nunca llegaba a tiempo a la procesión. Es natural de Las Palmas de Gran Canaria y a las 09:00 horas ya buscaba un lugar estratégico desde donde contemplar la ceremonia. «Otros años atrás he estado esperando por unos y por otros y, al final, como ellos se retrasan para subir, cuando llegamos ya nos hemos perdido todo», argumentó. El pasado domingo también hizo el peregrinaje hasta el pueblo y, aunque estaba algo cansada, aseguró que «todo esto vale la pena porque sucede una vez al año».
Madrugón por devoción
Santana, originaria de Carrizal, también llegó a Teror «muy tempranito». A ella le hubiese encantado subir caminando el día anterior, como solía hacer antes de la pandemia, pero su estado de salud ya no se lo permite. A pesar de que a la romería no pudo asistir, la cita en el pueblo el Día del Pino es una tradición para ella. «Antes subía por los barrancos de alrededor del Jardín Canario con mis padres cuando apenas tenía 9 años», recordó con nostalgia. Es de las que no pueden estar sin ver a la patrona durante mucho tiempo y, por ello, se desplaza hasta el municipio en reiteradas ocasiones. «Cuando entro en la iglesia me acerco lo máximo que puedo a su camarín y hablo con ella», desveló con devoción. Este año, con la Bajada del Jubileo, la devota también acudió a visitarla en Telde y Vecindario. En su casa tiene alguna que otra figura de la imagen y, cuando lo necesita, recurre a ella para encontrar consuelo. «Mi nieto me ve darle besos y también me pide que se los dé», compartió con una sonrisa. A las 12:00 horas de la mañana aún no estaba cansada, pero por si acaso vino preparada. «Me traje un paraguas que me sirve tanto para si llueve como para si hace calor y también una silla plegable por si se me cansan las piernas», concluyó.
Santana no era la única con paraguas. Unos metros más allá, Loli Ponce, Flora Sosa, Ángela Ruiz y Estrella Ruiz también portaban uno, una medida preventiva ante el imprevisible clima. «Decían que para el Día del Pino iba a llover y, aunque chispeó un poquito, ahora hace bastante sol», destacó Ponce con optimismo. Las dos primeras señoras son naturales de Las Palmas de Gran Canaria. «Entramos muy temprano a ver a la Virgen, no había prácticamente cola en ese momento», acentuó. A ellas y a Sosa les hubiese encantado poder presenciar la misa en el interior de la Basílica de Nuestra Señora del Pino. «Cuando vimos a la patrona salimos a dar un paseo porque aún era demasiado pronto y, cuando volvimos, ya no se podía entrar», lamentó Sosa.
A pesar de que este lunes no tuvo la suerte de escuchar las palabras del obispo, está contenta porque ya ha asistido a alguna que otra eucaristía desde que se iniciaron las Fiestas del Pino. «El viernes pasado estuve aquí también», afirmó con satisfacción.
Vuelta de las pantallas
Tanto ellas como las hermanas Ruiz estaban algo disgustadas con la organización de la ceremonia. «Para la bajada de la Virgen pusieron pantallas junto a la fachada de la iglesia y, las personas que no consiguieron acceder, podían ver y escuchar la misa desde allí», criticó Estrella con cierta frustración. «No entiendo por qué en un día tan especial como hoy no han hecho lo mismo», remarcó.
En una de las esquinas de la iglesia, Rosa González, Felipe Hernández, Reyes Díaz, Margarita Corujo y Obdulia Rodríguez tenían montada una pequeña fiesta de emoción y alegría, reflejo del fervor que envuelve la jornada. Estaban todos desesperados por ver a la Virgen en su gran día. Ninguno de ellos es originario de Teror, pero todos sienten la misma ilusión que un terorense por estar cerca de la patrona. Algunos vienen de Ojos de Garza y otros de Agüimes. Rodríguez, por ejemplo, se desplazó desde un lugar más lejano y es que, aunque originariamente es de Gáldar, lleva varios años viviendo en Tenerife. Todos los años intenta venir por estas fechas a visitar el pueblo y, por supuesto, su basílica. «No pude venir a la romería porque me encontraba algo pachucha, pero le pedí a
Pino que me dejase venir a su procesión y aquí estoy», destacó con una sonrisa. Antes de «plantarse de pie» detrás de la valla, ya todos se habían comido sus respectivos bocadillos de chorizo de Teror y sus refrescos. «También nos llevamos algunos para casa», finalizó Díaz, entre risas y buena compañía.
Con miles de personas en las calles y la patrona como protagonista, Teror cerró una jornada que vuelve a situarla como epicentro de la tradición canaria.
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