Antonio Hidalgo realizó cuatro cambios respecto al último partido en Butarque. Dos, los de Mella y Gragera, por obligación; y otros tantos, Arnau Comas y Zakaria Eddahchouri, por decisión técnica. Más allá de nombres, el entrenador blanquiazul recuperó el 4-2-3-1 y dejó a un lado la defensa de cinco. Luismi Cruz se ató a la banda derecha, Yeremay regresó a la izquierda y el equipo vivió de sus costados: por un lado, con Ximo proyectándose; al otro, Escudero compensando los diferentes movimientos del canario. Y, por dentro, la figura de Patiño permitió a Mario Soriano adelantar su zona de influencia para acercarse a los atacantes. Fue, eso sí, la estrategia la que dio el triunfo, pero en un esquema más natural, con roles reconocibles para todas sus figuras, el cuadro de Riazor estuvo más cercano a su esperada versión ideal.
Luismi y Yeremay en banda.
Si ante Burgos y Leganés el papel tanto de Luismi como de Mella fue muy claro, uniéndose a la línea defensiva como quinto jugador y actuando de carrilero, esta vez Hidalgo recuperó, defensivamente, el 4-4-2 sin balón que utilizó en Los Cármenes. La diferencia estaba en la figura del canario. En la primera jornada se juntaba a Eddahchouri en la primera línea de presión y era Mario Soriano quien cerraba el carril siniestro. Sin embargo, ante el Sporting, desde el primer minuto, estuvo emparejado a Kevin, mientras que el madrileño se quedó siempre por dentro.
Con balón, Luismi Cruz partió desde el primer minuto pegado a la línea de cal, estirando y atrayendo a su marca, Pablo García, recibiendo al pie y buscando el uno para uno. El gaditano lanzó cinco regates, tres de ellos con éxito, y con su posición abierta generó la primera arista de un esquema que, en ataque, se organizaba en amplitud horizontal, en especial por la diestra. En el carril opuesto, Yeremay se acercaba más a recibir, aunque siempre encimado por su marca. Abandonó el medio y, aunque tocó el balón por los tres sectores, volvió a su zona natural, un extremo zurdo en el que volvió a superar los 50 toques, algo que ni en Butarque ni ante el Burgos (39, su participación menor esta campaña) había hecho.
Mapa de las posiciones medias / Sofascore
Patiño en la base.
El regreso al 4-2-3-1 en ataque fue palpable en cada inicio de juego. Ante la presión ejercida por Otero y Gelabert, agresiva en algunos momentos, el equipo alternó una salida en la que Parreño fue una figura importante para la primera superioridad numérica, y tanto Charlie Patiño como Villares se repartieron los apoyos a los centrales para crear siempre superioridad numérica. El inglés fue el más cercano a la base en una medular a tres alturas, escalonada para encontrar líneas de pase interiores. El inglés, además, aportó verticalidad y atrevimiento para conectar de forma directa con Mario Soriano o Villares, evitando horizontalizar en exceso el juego.
Cuando hacía falta un hombre más entre Barcia y Loureiro era o bien el londinense o bien el de Vilalba quienes realizaban esa función, y no Ximo, a diferencia de lo que se ha visto en los últimos dos duelos, donde la línea de tres centrales era casi intocable (si bien Loureiro podía romper y permitir la entrada de algún medio en acciones puntuales). El británico tocó la pelota 73 veces, con un 89% de acierto en el pase. Su participación se diluyó en un segundo tiempo en el que aumentó el ritmo, pero tejió buenas sociedades, en especial cuando se podía juntar con Yeremay y con Mario Soriano. El juego en largo, una de sus especialidades, todavía no ha salido a relucir.
El regreso de Ximo Navarro permitió al Deportivo avanzar con peligro por la diestra, con el de Guadahortuna sumándose como una navaja y compenetrándose con Luismi. Por el lado opuesto, Escudero, menos profundo, se unió a la medular. Ya probó varias veces suerte desde la frontal y tarde o temprano encontrará el gol.
La influencia de Soriano.
La mejoría con pelota del Dépor, impulsada por el acierto de su zaga (Barcia, 72 de 78 pases acertados; Loureiro, 60 de 61) liberó a Mario Soriano de tareas en los primeros contactos. Su impacto y recepciones fueron más cercanas a los metros finales, donde su control orientado y su conducción de balón marca siempre la diferencia. Cuando aparece en el último tercio es uno de los grandes mediapuntas de la categoría. Eso sí, al cuadro blanquiazul, que estuvo bien en muchas fases, se le atascó, precisamente, la efectividad en área rival. Tuvo posesión, generó buenas situaciones, pero no así dispuso de grandes ocasiones, más allá del balón al palo de Yeremay o el contragolpe que no remató el joker por centímetros.
Irá a más el equipo, también cuando Yeremay recupere su mejor versión y la conexión con Mulattieri sea más natural. Cuestión del proceso propio de un equipo que, por encima de todo, compitió. El gran reflejo de la brega fue Miguel Loureiro, con un 100% de duelos ganados tanto aéreos como terrestres. El Sporting puso el listón alto en cuanto a intensidad, como ya había hecho el Leganés unos días antes. Entonces, en Butarque, el equipo coruñés se hartó de perder balones divididos. El sábado, en Riazor, los de Hidalgo equipararon fuerzas y disfrutaron en las disputas.
«Hay que abrazar el buen sufrimiento. Siempre tienes que estar pendiente de luchar y nunca darte por vencido», explicó Hidalgo con una frase que resume el equipo que quiere ver sin balón. La pizarra devolvió naturalidad al equipo. El talento es indudable y aflorará solo poco a poco. Todo debe converger en un equipo lo más completo posible que aspira a estar en la zona alta de la clasificación.