Muchas veces olvidamos hablar de algo tan importante como es una bicicleta; imprescindible para correr la Vuelta. Sin bicis no hay corredores, ni competición, ni nada que se le parezca. Si vemos cualquier imagen antigua, por ejemplo, a través de YouTube, de carreras como la Vuelta, que ahora ocupa la competición, o Tours, no tan antiguos, veremos una diferencia abismal con las bicicletas por las que ahora se desplazan los corredores en cada etapa.
Llegaron los frenos de disco y revolucionaron el ciclismo. Sí. Así de cierto. Los corredores se sintieron más seguros, redujeron el perímetro de frenada, con sólo tocar las manetas, la bicicleta se detenía y, más, sobre mojado. Se ha ganado en velocidad en las bajadas.
Hubo al principio reticencias y se armó la de San Quintín cuando Fran Ventoso, por aquel entonces corredor del Movistar, denunció en la París-Roubaix de 2016 que el freno de disco de un rival, en una caída en los adoquines, le había provocado un corte profundo en una rodilla.
Se llegó a cuestionar la supervivencia de los frenos de disco. Todas las marcas, poco a poco, fueron incorporando este tipo de frenos a las bicis. Pero si no los utilizaban los profesionales, entonces, no había nada que hacer. Millones de inversión en euros que podían ir a la basura.
El ejemplo de Orbea, única marca española en el Tour
Ahora es la época de las bicicletas ‘Aero’. ‘Aero’ viene de aerodinámica, bicis construidas para reducir la resistencia al viento y maximizar la velocidad. Son el buque insignia de las marcas, por ejemplo, de la vasca Orbea, que sirve este tipo de bicicletas -el modelo Orca- al conjunto del Lotto, la única fábrica española que paseó sus modelos durante el Tour.
Pero todos los equipos trabajan ya con este tipo de bicicletas hasta el punto de que antes la mayoría de las escuadras cambiaría por bicis más ligeras, las de montaña, en una etapa de amplia dureza como la que la Vuelta ha programado este viernes, con llegada a la cumbre del Angliru, lo máximo, lo más complicado de subir en la Península Ibérica; el puerto de los puertos, la marca de la Vuelta.
Las pusieron de moda en el pasado Tour tanto Tadej Pogacar como Jonas Vingegaard. Se olvidaron de tener que cambiar de bici en las ascensiones más difíciles por los Pirineos y los Alpes. ¿Por qué cambiar si nos sentimos bien con las ‘Aero’?
Confiados en el Angliru
Y, por eso, nadie -o casi nadie- cambiará de cuadro con vistas al Angliru. Si acaso ruedas un poco más ligeras y piñones más grandes para que superar la cumbre asturiana sea algo más fácil, sobre todo para los corredores que no entran en el juego de la general.
Son bicicletas obedientes en las curvas y que se hacen voraces en las rectas. Y son las que ya piden los cicloturistas cuando se acercan a un comercio. Si la llevan los profesionales, una mayoría absoluta en el pelotón, será porque representan años de trabajo. Por eso, ahora, cuando distingamos a un corredor ya sabemos que modelo de bicicleta llevan. Seguirá primando la fuerza de las piernas, pero mucho mejor con las bicis del futuro convertidas en presente, las ‘Aero’ que marcan un antes y un después en el ciclismo de competición… en la misma Vuelta.
Suscríbete para seguir leyendo