Lo que ves no son ocho jugadoras sobre patines. Son seis bloqueadoras, dos ‘jammers’ y otras dos pivotes, todas ellas dando vueltas en una pista ovalada mientras se placan las unas a las otras. “Pese a ser un deporte violento por naturaleza, es difícil lesionarse porque vamos muy bien protegidas”, dice Adela, una de las jugadoras de Roller Derby Madrid. Junto a otras mujeres, formó en 2012 el que sería un equipo pionero en este juego femenino y de contacto cuando apenas era un germen en Europa. No se trata de una extensión de un deporte masculino ni es algo que los hombres practiquen en España: “Siempre se habla de boxeo femenino, rugby femenino, etcétera, pero el roller derby es algo extraordinario”. Las gatas, que así es como se conoce a esta veintena de madrileñas en la cancha, han sido campeonas de España desde el inicio hasta este año, cuando cayeron ante el conjunto de Barcelona.
El encuentro se divide en dos tiempos de media hora cada uno que, a su vez, se organizan en carreras de un máximo de dos minutos. Tres bloqueadoras y una pívot luchan por que la ‘jammer’ de su equipo consiga adelantar a las contrincantes. Por cada persona que esta deja a sus espaldas añaden un punto al marcador. Esta disciplina, a medio camino entre el patinaje y el rugby, nació en Estados Unidos en los años 20 cuando un grupo de mujeres comenzó a organizar carreras sobre ruedas en una pista peraltada o con los bordes inclinados. “Llegó a ser tan famoso en la década de los 70 que lo televisaban y era raro que alguien no lo conociese”, señala Adela. Su apodo en el campo, donde juega con el número 462, es Adelita Terrores y, como ella, todas las jugadoras cuentan con un sobrenombre: “Te creas un personaje y, de alguna forma, te empodera para decir ‘no soy la tipa seria que está de nueve a cinco en la oficina’. Soy una superheroína y me meto en ese papel”.
Las gatas del Roller Derby Madrid entrenan en Aluche dos veces a la semana. / ASIER MARTÍNEZ CORONA

Tras varios años campeonas de España, Roller Derby Madrid quedó en segunda posición frente al equipo de Barcelona. / VALENTÍN SAMA-ROJO
A sus 44 años, trabaja como coordinadora de recaudación de fondos en una ONG y está en proceso de retirarse tras más de 13 años al frente de Roller Derby Madrid: “Me mantendré ligada al equipo de muchas maneras y para toda la vida”. Su andadura en este mundo comenzó cuando una de sus mejores amigas le recomendó la película ‘Whip it: Roller Girls’, que llegó a España con el título Chicas sin freno y giraba en torno a este deporte: “Ella me conoce mejor que mi madre y me dijo que ese deporte era para mí, así que me puse a investigar y estaban montando un equipo en Madrid”. Desde entonces, Adela ha sido una de las bloqueadoras base de la agrupación en la capital. “Siempre en el carril uno, el interior. Ser ‘jammer’ siempre me ha dado mucha ansiedad y nunca llegué a considerarlo”. Las gatas se autogestionan a través de cuotas y eventos, donde recaudan fondos para pagar los gastos comunes. Sin embargo, los desplazamientos y la equipación corren por cuenta propia.
Deporte autogestionado
Junto a las Black Thunders Derby Dames, el otro equipo en la capital, entrenan dos días a la semana en una pista multiusos del Centro Deportivo Municipal Las Cruces, en el barrio de Aluche. Las gatas se rigen bajo el paraguas de la Women ‘s Flat Track Derby Association, una organización global que regula sus bases y normas alrededor de todo el mundo. Como en todo deporte, existe una selección española que reúne a las mejores de cada equipo y, en este caso, cuenta con seis jugadoras de Roller Derby Madrid. “Acaban de jugar el mundial en Innsbruck, en Austria, donde han quedado en el puesto 13 de más de 40 participantes. En Europa somos bastante conocidas y siempre hemos tratado de llegar a los primeros puestos del ranking”, añade. Al ser un deporte autogestionado, son las propias asociaciones quienes crean los espacios de competición: “Nosotras organizamos el MadTruck y en esta última edición trajimos a equipos de Francia, Sudáfrica y México para enfrentarnos entre todas durante el mismo fin de semana. Dependiendo de los resultados, subes o bajas en la lista de puntos”.

El roller derby nació en Estados Unidos en los años 20 cuando un grupo de mujeres comenzó a organizar carreras sobre ruedas. / VALENTÍN SAMA-ROJO

Tres bloqueadoras, una pívot y una ‘jammer’ conforman cada uno de los equipos en la pista. / ASIER MARTÍNEZ CORONA
Roller derby es sinónimo de inclusión, según asegura la bloqueadora. “Fuimos uno de los primeros deportes que permitió jugar a las personas trans y eso me enorgullece. Somos una comunidad que siempre va a defender al que menos oportunidades tiene. Como parte de nuestros valores, estamos del lado antirracista, queer y feminista”, sostiene Adela. No solo eso: en esta disciplina todos los cuerpos son bienvenidos: “Soy corpulenta y de pequeña sufrí ‘bullying’ haciendo judo. Al llegar aquí, lo primero que me dijo el entrenador fue que mi cuerpo es perfecto para este juego. Fue una manera de ver la luz después de llevar años sintiéndome la rara. Digamos que encontré mi hueco”. Las gatas son mucho más que compañeras de equipo. Durante más de una década han creado lazos de amistad que trascienden la pista: “Tengo una red de 50 tías que podríamos conquistar el mundo. Yo no me caigo al suelo nunca y eso es un símil con el propio deporte. En cualquier país al que vaya, por pequeño que sea, tengo una cama para dormir”.
Contra la norma
Su experiencia contrasta con la de Eva, que apenas lleva un año y medio en Roller Derby Madrid. Su apodo es La Podenca, en referencia a su perro. “Su personalidad es como yo quería ser leída dentro de este juego. Al haber golpes, hay que mostrar una actitud de poderío y yo soy muy pequeña de tamaño. Es una manera de agrandar mi personaje en potencia y velocidad”, relata. Como Adela, ha encontrado en el roller derby un espacio seguro que le ha permitido experimentar un desarrollo físico y personal. “Formo parte de una asociación feminista con perspectiva rural en mi pueblo y, dentro de la semana deportiva, trajimos a las Sicarias del Cierzo, el equipo de Zaragoza. Me llamó tanto la atención que, cuando me mudé a Madrid, lo primero que hice fue apuntarme”, confiesa. Hace unos meses que la ingeniera aprobó el examen que permite la incorporación oficial: “Es un proceso de aprendizaje de técnica básica para garantizar la seguridad de todas. Yo aprobé en enero y solo he jugado un partido como bloqueadora”.

Seis gatas de Roller Derby Madrid juegan también en la selección española, que acabó en el puesto 13 en el último mundial. / ITZIAR INSAUSTI PACHECO

Dentro del equipo también hay personas queer, con identidades que no encajan en la heteronormatividad. / MARTA INSAUSTI
Dentro del equipo también hay personas con identidades que no encajan en la heteronormatividad. “Aquí tienen cabida”, dice. Es, quizás, una de las cosas que hace este deporte único frente al resto: “No es posible que se desarrolle igual que otras disciplinas porque la estructura en la que se basan es la que nosotras rechazamos. No tenemos categorías por edad, peso o género, entonces la pertenencia a instituciones legales regularizadoras tendría una repercusión que no queremos asumir. Al no adherirnos al estándar, tampoco recibimos recursos o instalaciones”. La marginalidad es al mismo tiempo la naturaleza del roller derby, algo que no ocurriría si fueran hombres, señala: “Tiene que ver con la poca credibilidad que se nos da. Muchos piensan que somos cuatro chicas patinando y nos infravaloran, pero hay jugadoras en el equipo de alto nivel. Se quedan más en la espectacularidad de la técnica en sí misma que en considerarlo un juego sólido”.
Dos ingredientes hacen falta, según Eva y Adela, para jugar al roller derby: pasión y un par de patines. “Si no sabes patinar, se aprende. Si no sabes cómo recibir bloqueos, nosotras te enseñamos. Lo único necesario son las ganas y la actitud. La edad media de entrada es tan alta en comparación con otros deportes por la falta de visibilidad. Si hubiéramos empezado con ocho o nueve años como en el fútbol, se explotaría mucho más el talento joven”, suman. El ejemplo está en la selección femenina de fútbol de España que, desde hace unos años, recibe una mayor atención: “Y estamos en 2025. ¿Cuántos años llevamos las mujeres dando patadas a un balón?”. Ellas no son Alexia Putellas u Olga Carmona, pero también han conseguido llevar el talento femenino hasta lo más alto del mundo. En la sombra, eso sí.