Jose Mourinho
Septiembre es un mes gris, pero más para José Mourinho. Mientras la mayoría vuelve a la rutina, el entrenador portugués se ha quedado sin trabajo tras fracasar en el intento por llevar al Fenerbahçe a la fase final de la Champions. Para colmo, el encargado de frustrar esta misión fue el Benfica, enemigo en los tiempos en los que The Special One llevó al Oporto a ser campeón de Europa. El prodigio de Setúbal flaquea. Él, que no necesitó ser un jugador de élite para ganarse el mérito de entrenar a equipos como el Real Madrid, donde fijó una corriente de pensamiento en la que todavía milita un sector.
Su idea sigue viva, como la del villano que asoma su mentón en la noche. Un contrapeso necesario para que la vida y el deporte no sean simplemente un juego, sino algo mucho más profundo. Por eso, nada más aterrizar Xabi Alonso en Valdebebas, los mourinhistas dijeron que había vuelto uno de los suyos. Aunque no parece que el técnico vasco vaya a meterle el dedo en el ojo a nadie. De aquellos lodos, estos euros, pensará Mou. El Fenerbahçe le convirtió en el quinto entrenador mejor pagado del mundo. Su despido conllevó una indemnización de 15 millones, que, sumados a los ingresados en su larga carrera, elevan el botín por encima de los 110 millones, según las estimaciones que filtran sus críticos. El dulce precio del fracaso en el fútbol, muy distinto al del resto de mortales.
Mourinho, a sus 62 años, pensará que su continuo descenso en la escala de equipos por los que ha ido impartiendo masterclass se debe al edadismo. Que a los boomers les está llegando la hora y a él, por ende, también le está pasando factura el tiempo, a pesar de que mantiene un buen aspecto. Se consuela al ver que a uno de sus acérrimos rivales, Guardiola, tampoco le va bien del todo. Pero claro, no es lo mismo resolver problemas en el City, con su pulmón financiero, que actualizar el currículum para seguir en los banquillos. ¿Merecerá la pena para The Special One hundirse en la segunda fila?
Siendo honestos, pese a ser el Fenerbahçe un equipo histórico, a Turquía va uno a salvar lo que le queda de prestigio y cabello. Es un país donde el fútbol se vive con locura y en el que cada fichaje se celebra como la llegada del Mesías. Claro que eso siempre hace sentir bien al que anda con la moral baja, como Asensio, que precisamente ha recalado en el club que tan solo ha aguantado un año a Mourinho. Tiempo suficiente para que sacase a relucir sus mejores trucos: como el de romper la distancia personal para retorcer la nariz de Okan Buruk, entrenador del Galatasaray, que le despide con pena, porque con él como rival volvió a ganar el doblete de liga y copa.
Mourinho no es como Pellegrini
Mourinho fue un entrenador exitoso, qué duda cabe, pero se ha convertido en lo que él siempre ha odiado. Un técnico pegado a las excusas. Esto ha alimentado la antología de las conspiraciones en las que siempre ha querido vivir: del «no sé si es por la publicidad de Unicef» en los años de plomo contra el Barça al «los árbitros tienen visión periférica, mientras ven los penaltis también saben que les estoy criticando». Quien decida contratarle, lo hará con esos lugares comunes que se van quedando desactualizados. Es extraño, porque en una época de auge de los populismos, una figura como la de Mou podría tener un fácil encaje.
¿La solución? Ninguna, porque no hay trabajo cómodo a la vista. Volver al United convertiría el maltrecho Teatro de los Sueños en un pogo de jugadores por ver quién es capaz de destrozar más un nombre histórico. ¿Y Arabia? No tiene demasiadas ganas el portugués de volverse activista social. Mejor idea era una retirada a lo Ancelotti, dando toques en Copacabana con la simple presión de poner once jugadores a competir contra su propia historia. Si sale mal, culpa de la herencia recibida.
En los últimos y peores tiempos del italiano, algún nostálgico llegó a pedir el regreso del puño de hierro de Mourinho, antaño bestia negra y hoy un simple cabeza de turco en busca de un epitafio que no marchite el aura labrada durante años. «Si me echan no voy a entrenar al Málaga, iré a un equipo grande», le dijo en 2011 a Pellegrini, hoy el flamante ‘Ingeniero’ de un Betis que disfruta de un presente inigualable. Al portugués no le importaría ser el chileno, cuya melena blanca no sirve para Turquía. Ahora sufre las burlas de sus fantasmas del pasado a la vez que revuelve en la memoria para encontrar recuerdos que le hagan sentir The Special One y no un simple cabeza de turco. El miedo a ser The Irrelevant One.