Dejarla estar

Dejarla estar. / Shutterstock

Un zumbido eléctrico, que venía de todos los rincones del dormitorio y de ninguno, me impedía dormir. A ratos se detenía para sonar de nuevo cuando comenzaba a conciliar el sueño. Revisé los enchufes y la lámpara y puse el móvil en modo avión sin que el ruido cesara. Finalmente, a eso de las tres de la madrugada, descubrí que una abeja agonizaba debajo de una cuartilla abandonada sobre la mesa. El insecto batía las alas sin compás, girando sobre sí mismo, a ratos bocarriba, a ratos bocabajo. Cuando bocarriba, agitaba las patas como buscando un asidero en el aire.

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