«El mayor riesgo de la inteligencia artificialno es la aparición de un Terminator o de Skynet, no son robots apoderándose del mundo. El mayor riesgo es la gente haciendo las mismas cosas estúpidas que se han hecho durante milenios, pero con herramientas más poderosas«. Quien así se pronuncia es Serge Belongie, el presidente de Ellis Europa y del centro Pioneer de IA en Dinamarca que, junto con varias decenas de los más prestigiosos expertos en la materia llegados de todo el continente, participa este martes y miércoles en Alicante en el plenario del proyecto Elias.
Se trata de una red de cooperación que quiere impulsar el desarrollo de una tecnología sostenible y ética, que se guíe por algo más que el beneficio empresarial que rige en Silicon Valley. En otras palabras, una inteligencia artificial con conciencia.
Belongie pone el ejemplo del daño que está provocando la desinformación que se difunde a través de las redes sociales. Una desinformación que, en muchas ocasiones, ni siquiera necesita de la tecnología más sofisticada para su creación -lo que en Estados Unidos ha venido a denominarse ‘shallow fake’ o fake superficial, en contraposición al ‘deep fake’ generado con IA- y que, a pesar de una apariencia más bien burda, los usuarios no dudan en reenviar sin molestarse en analizarlo mínimamente. Un comportamiento que está detrás del auge del racismo o de los grupos de extrema derecha en los últimos años, entre otros fenómenos.
Nicu Sebe y Nuria Oliver, durante el plenario del proyecto Elias. / PILAR CORTES
«Sí, la democracia está en peligro», aseguran al unísono el presidente de Ellis, junto con la vicepresidenta de esta organización y responsable de Ellis Alicante, Nuria Oliver, y el codirector de la unidad de Trento de la misma, Nicu Sebe, durante la charla que mantienen con este diario al finalizar la primera sesión del plenario.
No tirar la toalla
Eso sí, que nadie se lleve a engaño porque, a pesar de una afirmación tan rotunda, los tres se muestran optimistas sobre el desarrollo de esta tecnología. «Lo que no podemos hacer es tirar la toalla», señala Oliver.
Ese espíritu es el que llevó a buena parte de los miembros de Ellis -la organización sin ánimo de lucro que promueve la investigación de excelencia en inteligencia artificial en Europa- a poner en marcha el proyecto Elias (European Lighthouse of IA for Sustainability). La intención es demostrar que esta tecnología también puede ser sostenible en todos los niveles.
En concreto, los promotores de la iniciativa, que ya ha reunido 11 millones de euros de financiación, hablan de tres esferas diferenciadas de investigación para sus proyectos, tal y como apunta Nicu Sebe. En primer lugar, sostenibilidad «a nivel planetario», entendida como la posibilidad de utilizar la IA para hacer frente a los grandes desafíos que supone el cambio climático, la creación de nuevos materiales o la obtención de nuevas fuentes de energía.

Una imagen del encuentro, celebrado en las instalaciones de la Conselleria de Innovación en el puerto de Alicante. / PILAR CORTES
En segundo lugar, estaría la «sostenibilidad social», donde consideran que la IA puede contribuir a afrontar problemas como el desafío demográfico o a combatir la mala imagen que, desde algunos colectivos, se pretende dar de la inmigración. También para luchar contra los sesgos de género o de otro tipo, un apartado en el que destacan los trabajos que lidera Nuria Oliver desde Ellis Alicante.
Por último, estaría la sostenibilidad individual, que quiere abordar cuestiones como la protección de la privacidad.
Fuga de talento
Frente a quienes critican lo que consideran una excesiva regulación por parte de la Unión Europea y la señalan como responsable del aparente retraso del continente en la carrera de la IA en Estados Unidos o China, los impulsores de Elias defienden la ciencia con valores que se desarrolla en el viejo continente. Así, Belongie asegura que, aunque las grandes empresas estén en Silicon Valley, «los mejores investigadores están en Europa».
De hecho, cree que ese factor humano puede ser determinante en el futuro desarrollo de esta tecnología y la mejor prueba, a su juicio, es la fuga de cerebros que se está registrando en Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia del país, que está obligando a suspender numerosos programas de integración.
Para el presidente de Ellis este éxodo supone una gran oportunidad para Europa, si sabe atraer a estos científicos. Un trasvase que no duda en comparar con el que se produjo en sentido contrario tras la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, apunta, uno puede decidir si quiere construir cohetes para ir al espacio o para disparar misiles.
En este sentido, uno de los principales objetivos, tanto de Ellis, como del proyecto Elias es facilitar que jóvenes investigadores que se sientan atraídos por este enfoque de la inteligencia artificial puedan desarrollar sus carreras. Además, también se fomenta que estos científicos puedan adquirir los conocimientos empresariales necesarios para crear start-ups y contribuir así a consolidar la industria.
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