Emma Thompson.
Cada fanática de las historias de amor tiene su escena cinematográfica megarromántica favorita, un placer culpable muy al margen de las opiniones de críticos y catedráticos de cine. La mía está al final de Sentido y sensibilidad. La señorita Elinor Dashwood, que ya lo ha dado todo por perdido, prorrumpe en un incontrolable llanto cuando el señor Edward Ferrars se presenta en su saloncito y aclara los terribles malentendidos y… ains… Adoro a Emma Thompson desde antes y desde entonces. Ganó el Oscar en 1996 por el guion adaptado de la maravillosa novela de Jane Austen, y tuvo una nominación como actriz protagonista por esa joven con carácter que hacía tan buena pareja con Hugh Grant. Hace unas semanas, la estrella británica desveló que tres años después de que se rodara la secuencia antedicha, el día exacto en que se formalizó su penoso divorcio del actor Kenneth Brannagh, Donald Trump la llamó por teléfono para invitarla a salir. Increíble pero cierto. No se me ocurre una forma mejor de rendir homenaje a Jane Austen, diosa de los flechazos y los finales felices, al cumplirse 250 años de su nacimiento que la anécdota de las calabazas que recibió el magnate.
No te pueden gustar Emma Thompson y Melania Trump. No. Hay contradicciones inaceptables y prejuicios de los que una puede sentirse orgullosa. Si te has casado con Ivana Trump y con Marla Maples, no pintas nada rondando a Emma Thompson y consiguiendo su teléfono para proponerle quedar aprovechando que anda alicaída. La vida real no es como la política, en que puedes alternar con hoy Putin y mañana con Zelenski, hay que elegir. La actriz de 66 años lo relataba con un gran sentido del humor en un encuentro este agosto dentro del Festival de Cine de Locarno. Corría 1998 y ella se encontraba en pleno rodaje de Primary Colours junto a John Travolta cuando recibió una llamada en su camerino. «Dijo: ‘Hola, soy Donald Trump’. Pensé que era una broma y le pregunté: ‘¿En qué puedo ayudarte?’. Entonces me dijo: ‘Me encantaría que vinieras a alojarte en uno de mis hermosos alojamientos. Quizás podríamos cenar’. Le dije: ‘Qué amable. Muchas gracias. Te llamaré».
No lo hizo, a ver si aprende Ursula von der Leyen. La propia actriz londinense, ganadora de un Oscar por Regreso a Howards End, amén de otros muchos premios, se preguntaba en Suiza si tal vez habría podido cambiar la geopolítica mundial de haber aceptado la cita con Trump. Activista contra la Guerra del Golfo, defensora de los derechos de las mujeres, abanderada del laborismo y de la ayuda a los refugiados, madre adoptiva de un niño soldado que huyó de las matanzas de Ruanda y hoy es un graduado en Políticas, tal vez hubiera podido impregnar al desalmado autócrata de sus elevados ideales, entre el segundo plato y el postre. Y él nunca se hubiera presentado a las elecciones.
No te puede gustar Donald Trump si te enamoraste en la Universidad de Cambridge de Hugh Laurie (el célebre doctor House) y Kenneth Brannagh te pidió matrimonio a gritos en Central Park de Nueva York. Chicos listos y carismáticos pueblan la biografía y la filmografía de Emma Thompson. Su primer marido la dirigió en películas como Los amigos de Peter o Mucho ruido y pocas nueces. A su actual esposo, Greg Wise, padre de su hija, le conoció precisamente rodando Sentido y sensibilidad. Con Hugh Grant volvió a coincidir en Love Actually, culmen de la comedia romántica. La excéntrica profesora de adivinación Sybill Trelawney, a quien interpretó en tres entregas de Harry Potter, hubiera predicho que Trump no lograría llevarse al huerto a una mujer con la personalidad de Emma Thompson.
En la Berlinale de 2022, causó sensación con su discurso contra el edadismo y la presión estética que sufren las mujeres, en la presentación de Buena suerte, Leo Grande, donde mostraba su anatomía de sexagenaria en un desnudo integral sin haber pasado nunca por un tratamiento estético. «A las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos. Es un hecho«, sentenciaba, animando a toda fémina a «simplemente, ponerte delante de un espejo y aceptarte». Cómo iba una pedazo de persona así a perder el tiempo cenando con Donald Trump, el multimillonario empresario que fue grabado en 2005, cuando ya estaba casado con Melania, diciendo cosas como «cuando eres una estrella, te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño o lo que quieras». No todas, señor presidente, no todas.