La llegada de un hijo siempre marca un antes y un después en la vida familiar. No solo cambia la rutina diaria para siempre, también plantea una vida totalmente diferente a la hora de compaginar el cuidado del bebé con el trabajo. Por eso, contar con un permiso que respalde a los padres en esos primeros meses es fundamental.
Una imagen de archivo de unos padres primerizos
De hecho, en los últimos años, cada vez se ha hablado más de la importancia de apoyar a madres y padres en este proceso. No se trata solo de disponer de tiempo, sino de poder vivirlo con tranquilidad y sin presiones económicas. Y las medidas que amplían estos permisos buscan justamente eso: favorecer la conciliación y garantizar bienestar desde el primer día.
En ese sentido, el Gobierno aprobó en Consejo de Ministros el pasado 29 de julio la ampliación del permiso por nacimiento y cuidado de menores. Esta extensión entró en vigor el pasado 31 de julio para introducir más semanas retribuidas y mayor flexibilidad en su disfrute, adaptándose tanto a familias biparentales como a aquellas monoparentales.
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En el caso de las familias con dos progenitores, el permiso asciende ahora a 19 semanas. Las seis primeras deben disfrutarse obligatoriamente tras el nacimiento del bebé y de manera simultánea por ambos progenitores. El resto de semanas puede organizarse libremente: once deben consumirse antes de que el niño cumpla un año y dos más pueden reservarse para utilizarlas hasta que alcance los ocho años.
Para las familias monoparentales, la cobertura es aún mayor: un total de 32 semanas. De ellas, 22 tienen que disfrutarse dentro del primer año de vida del menor, mientras que las cuatro restantes podrán guardarse para más adelante, hasta que el hijo cumpla ocho años. En todos los casos, la prestación está respaldada por la Seguridad Social, que cubre el 100% de la base reguladora durante el tiempo de baja.

Una imagen de archivo de un padre con sus dos hijos
Eso sí, la solicitud del permiso requiere planificación: debe notificarse a la empresa con al menos 15 días de antelación. Más allá de estas formalidades, el gran cambio reside en que ahora las familias cuentan con un margen más amplio para decidir cómo organizar el cuidado del menor, adecuando el permiso a sus necesidades y circunstancias personales.