Las personas extremistas exhiben reacciones cerebrales sorprendentemente similares, independientemente de si se sitúan en el extremo derecho o izquierdo del espectro político. El lenguaje y la excitación corporal son los catalizadores.
Un estudio de la Universidad de Brown, publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, sugiere que, a nivel neuronal, las personas con ideologías extremas, ya sean de un lado o del otro, comparten más similitudes de las que podríamos imaginar: lejos de ser adversarios en todos los frentes, sus cerebros procesan la información política a través de una lente común, moldeada por la emoción.
Los investigadores partieron de una pregunta clave: ¿Qué papel juega la emoción en la formación de visiones políticas extremas? Para averiguarlo, midieron la actividad cerebral y las respuestas fisiológicas de un grupo de 43 personas con distintas ideologías, desde liberales hasta conservadores extremos, mientras veían un debate político sobre temas controvertidos como la reforma policial y la inmigración.
Primer hallazgo: independientemente de su afiliación política, los individuos con posturas más extremas mostraron una mayor actividad neuronal en regiones del cerebro asociadas con el procesamiento afectivo, como la amígdala, la sustancia gris periacueductal (PAG) y el surco temporal superior posterior (pSTS).
Estas áreas están profundamente ligadas a emociones como el miedo y la percepción de amenazas. En esencia, cuanto más extrema era la visión de una persona, más se «encendían» estos centros emocionales de su cerebro al consumir contenido político.
Este descubrimiento respalda la teoría de la «polarización afectiva», según la cual la brecha ideológica no se debe tanto a desacuerdos racionales, sino a un aumento de los sentimientos negativos y la hostilidad hacia el grupo contrario. De hecho, el estudio confirmó que el extremismo ideológico se correlaciona fuertemente con el desagrado hacia los políticos del bando opuesto, un fenómeno conocido como «odio al exogrupo».
Cerebros sincronizados: la «teoría de la herradura» neuronal
El estudio fue un paso más allá para explorar una idea provocadora conocida como la «teoría de la herradura». Esta teoría postula que la extrema izquierda y la extrema derecha, en lugar de estar en los polos opuestos de un espectro lineal, se asemejan entre sí, como los extremos de una herradura que casi se tocan. ¿Podría haber una base neuronal para esto?
Para probarlo, los científicos utilizaron un método de análisis llamado sincronización intercerebral. Midieron si los patrones de actividad cerebral de diferentes personas se coordinaban en el tiempo mientras veían el mismo video. Los resultados fueron sorprendentes: las parejas de individuos que compartían un grado similar de extremismo mostraban una mayor sincronización neuronal, incluso si sus ideologías eran opuestas (por ejemplo, un extremo liberal y un extremo conservador).
Esta sincronización ocurriría principalmente en la unión temporoparietal (TPJ) y el surco temporal superior posterior (pSTS), áreas cerebrales cruciales para la toma de perspectiva y la interpretación compartida. Esto sugiere que las personas en los extremos del espectro ideológico, a pesar de sus creencias dispares, procesan los acontecimientos a través de un «filtro» similar, llegando a una especie de experiencia compartida. Por el contrario, los moderados mostraron respuestas cerebrales mucho más heterogéneas y menos sincronizadas, lo que indica una mayor diversidad en su procesamiento de la información.
Referencia
Politically extreme individuals exhibit similar neural processing despite ideological differences. Daantje de Bruin, Oriel FeldmanHall. J Pers Soc Psychol. 2025 Aug 28. DOI:10.1037/pspa0000460.
El lenguaje extremo y la excitación corporal como amplificadores
Además, el estudio reveló que esta sorprendente conexión neuronal entre los extremos ideológicos se ve intensificada por dos potentes catalizadores.
Por un lado, el propio lenguaje político actúa como un amplificador: utilizando inteligencia artificial para analizar el discurso del debate, los investigadores observaron que la sincronización cerebral entre los individuos más extremos se hacía notablemente más fuerte justo en los momentos en que se empleaba una retórica más radical o incendiaria. Esto sugiere que existe una sensibilidad compartida hacia este tipo de discurso, que resuena de manera similar en sus cerebros.
Por otro lado, la investigación demostró que la excitación corporal también juega un papel crucial. Al medir la respuesta galvánica de la piel —un indicador de la agitación emocional—, se descubrió una sorprendente interacción: la conexión entre la sincronización cerebral y la extremidad ideológica se magnificaba en aquellas parejas que también mostraban respuestas fisiológicas sincronizadas. Es decir, la potente combinación de un cerebro y un cuerpo que reaccionan al unísono es lo que forja y consolida las perspectivas más fervientes, demostrando cómo la emoción y el lenguaje extremo se entrelazan para moldear la forma en que los polos políticos perciben la realidad.
Nueva perspectiva
En estudio nos ofrece una nueva perspectiva sobre la polarización. Ser ideológicamente extremo no consiste solo en tener creencias diferentes, sino en una forma particular y compartida de procesar el mundo, que está profundamente arraigada en la emoción y la fisiología.
Tanto los liberales como los conservadores extremistas parecen compartir un mecanismo neuronal que los sintoniza de manera similar ante el contenido político, especialmente cuando este utiliza un lenguaje divisivo.
Comprender estos motores socioemocionales es fundamental para explicar el auge del extremismo y, quizás, para encontrar formas de fomentar un terreno común y un debate más equilibrado en nuestra sociedad.
Los autores señalan, no obstante, que sus hallazgos se desarrollaron en el contexto político de EE.UU. y que, por lo tanto, no son necesariamente transferibles a otras regiones.