El seguimiento de una carrera ciclista de tres semanas implica para cualquier persona, sea cual sea el oficio que desempeña en la carrera, al margen de los corredores, muchos kilómetros en coche y horas al volante, unas veces por carreteras de montaña, otras por vías locales y también, en los traslados, por autopista o autovía. En eso coincide cualquiera de las tres pruebas por etapas; da igual que se le denomine Vuelta, como ahora, Tour, en julio o Giro, en mayo.
Las autopistas españolas tienen cada vez menos peajes, lo que se traduce en un tormento en Francia, sobre todo, más que por el dinero que cuesta, por las colas que se forman; por ejemplo, en el primer puesto de pago que cualquier conductor se encuentra una vez superada la frontera de La Jonquera. Y no digamos en los días claves del gran puente francés de julio, antes o después del día 14, la Fiesta Nacional, con una variada movilidad en todo el país, con fuegos artificiales por todas partes y con festejos en cualquier pueblo hasta entrada la madrugada.
Otros países
Francia, eso sí, dispone de unas extraordinarias áreas de descanso, más allá de las que sirven para repostar, comer, beber, tomar un café y utilizar de forma gratuita los lavabos, algo que no sucede en Bélgica, Países Bajos y Alemania, donde, al menos, te descuentan el precio del uso de los servicios si se efectúa cualquier tipo de consumición en el bar o restaurante.
En Francia son gratuitos, como en España, Italia o Portugal. Pero, las zonas de reposo, sin gasolinera -ahora ya con numerosos puntos de recarga para los vehículos eléctricos– disponen de todo lo necesario para un conductor que viaje en solitario o en familia: zona de juegos con algún columpio para los más pequeños, mesas para el picnic, árboles con sombra y lavabos para que los viajeros no tengan que hacer las necesidades al aire libre, dejándolo todo hecho una porquería, papeles higiénicos por todas partes y ni siquiera un pequeño espacio para la intimidad. Y no es porque la gente se entretenga mirando al que evacúa líquidos -y no digamos otra cosa-, sino porque no hay otro lugar para orinar que no sea la campiña.
El traslado desde Aragón
¿Saben de dónde hablo? En las autopistas españolas, por ejemplo, las que ha utilizado la caravana de la Vuelta para ir desde Zaragoza a Logroño, otros incorporándose desde Lleida, las áreas de reposo no disponen de un solo urinario cubierto como hay en Francia y otros países adyacentes.
Cuando se otorgaron las concesiones se olvidaron, se supone que para reducir gastos, de instalar lavabos como en Francia. Y así seguimos, aunque, ahora, con la mayoría de autopistas liberalizadas aún hay tiempo de corregir esta desconsideración del pasado hacia los viajeros que hasta hace poco pagaban el peaje, el impuesto para poder utilizar la vía ya sea en coche, furgoneta, moto o camión. Las bicis, por fortuna, van por otros lados, más bellos y con la posibilidad de contemplar el paisaje, a excepción de los corredores profesionales que como mucho ven la rueda trasera del ciclista que lo precede en el pelotón.
Iría bien tomar medidas -se puede hacer- porque, si nos centramos exclusivamente en la caravana de la Vuelta, las áreas de descanso españolas no ofrecen una buena imagen para los auxiliares que conducen los camiones de los equipos, mayormente extranjeros, los que llevan vehículos de la organización, los mismos coches que vienen de rodar por delante o por detrás de los ciclistas del Tour, los periodistas foráneos o los propios aficionados llegados de fuera y que combinan sus vacaciones con el seguimiento de la ronda española.
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