Hay corredores de montaña que llaman la atención. Algunos que suman victorias. Y luego está Kilian Jornet, capaz de redefinir el concepto mismo de límite humano. En un episodio especial del pódcast Élite Fitness, el doctor en biomedicina y especialista en fisiología Jesús Álvarez Herms expone por qué el caso de Kilian no se estudia, sino que se observa con auténtico asombro. “Lo suyo no es solo rendimiento. Es un modelo biológico de adaptación extrema”, resume.
Un ejemplo revelador se vivió en el UTMB 2022. Jornet compitió con niveles cercanos a los 20 mmol/l de lactato, un umbral que para la mayoría de atletas supondría la retirada inmediata. En su caso, ese fue precisamente el momento en que lanzó el ataque definitivo. “Tenía activos todos los sistemas metabólicos: lipólisis, cetosis, glucólisis. Es decir, estaba utilizando de forma simultánea todos los sustratos energéticos. Eso nos deja sin palabras”, explica Álvarez Herms.
A diferencia de otros deportistas que se especializan en vías metabólicas concretas, Kilian parece integrar todas en una sola respuesta. No solo no colapsa, sino que usa el lactato como fuente de energía. “Demonizar el lactato es un error. Si tienes tejidos consumidores entrenados, como el miocardio o fibras lentas, puedes reciclarlo y convertirlo en rendimiento”, añade el fisiólogo.
Esta capacidad de “usar lo que toca en el momento justo” es lo que en ciencia se llama flexibilidad metabólica. Pero mientras muchos la buscan a base de dietas restrictivas o ayunos mal planteados, Kilian la entrena en entornos reales y con monitorización precisa. “Ha trabajado su microbiota, su sistema digestivo y su capacidad de absorción como un todo. No es lo que come, sino lo que puede asimilar en cada tramo de carrera.”
Nutrición que se adapta al terreno
Álvarez Herms lleva tres años colaborando con el catalán. Conoce su fisiología al milímetro. «Sabemos cómo responde su intestino en cada tipo de tramo. En bajadas largas tolera grasas y proteínas; en subidas técnicas, solo líquidos con hidratos específicos. Y todo está ajustado al milímetro para evitar la inflamación intestinal».
«No se trata de comer más, sino de absorber lo que el cuerpo tolera sin inflamarse. El intestino también se inflama como los músculos y no hay un número mágico: a veces 60, 80, o 100 g/hora de hidratos… si los puede asimilar», asegura.
Durante carreras muy técnicas, como las de los Alpes, el propio Kilian renuncia a comer si no puede hacerlo con garantías. «No es solo cuántas calorías puede ingerir, sino cuántas puede absorber sin romper el equilibrio. Esa es la clave de los deportes de ultraresistencia».
Hipoxia, altura y estímulos extremos
Otro de los pilares en su entrenamiento es la exposición a la hipoxia, tanto natural como simulada. «Mi tesis doctoral fue sobre hipoxia”, explica Álvarez Herms. «Y lo que vimos es que no solo mejora el transporte de oxígeno, sino que potencia el rendimiento anaeróbico. Kilian entrena en altura no por moda, sino porque sabe exactamente qué estímulo genera».
No todos responden igual. «Hay respondedores pulmonares, hematológicos o musculares. Kilian lo es en los tres planos. Por eso mejora en altura mientras otros simplemente sobreviven«.
Kilian Jornet, durante su última participación en Zegama / ©Igor Quijano
La mente y el sistema de Kilian
Pero si algo destaca del catalán, es su mentalidad. «La diferencia entre un gran atleta y una leyenda como Kilian está en su capacidad de buscar siempre el límite. Tiene un cuerpo adaptado, pero también una mente que quiere saber hasta dónde puede llegar», afirma Álvarez Herms.
Su relación con el fisiólogo nació precisamente por ese deseo de medir lo que no se suele medir. «Él quiere saber lo que pasa por dentro. No se conforma con el tiempo en meta, quiere entender cómo funciona su máquina humana«.
En ese sentido, el experto insiste en un concepto clave: salud sistémica. «No puedes pedirle a un cuerpo que tolere 6 horas sin beber o corra en cetosis si antes no has construido una base donde riñón, hígado, intestino, sistema nervioso y mitocondrias funcionen de forma armónica».
¿Es Kilian único? La respuesta del experto es compleja: «Sí, por combinación. Genética, microbiota, entrenamiento, altitud, entorno, actitud. Todo suma. Es la evolución biológica hecha atleta».
Álvarez Herms va más allá: «Ni sus hijos, entrenando en lo mismo, serían iguales. Porque hay mutaciones aleatorias, porque la genética no se hereda exacta, y porque nadie repite su historia personal».
La conclusión es clara: nadie puede ser Kilian Jornet. Ni siquiera sus descendientes.
En una sociedad que ha dejado de exponerse a estímulos extremos, Kilian representa la memoria biológica de lo que alguna vez fuimos: adaptables, resilientes, robustos. Y esa es, quizá, su mayor victoria.