Una ha tenido la sensación este verano de que volvía a vivir su adolescencia de la mano de otros adolescentes. También se ha visto sorprendida al leer los carteles de festivales internacionales de referencia, perpleja ante el rescate de iconos de la década de los 2000 que, tras años de silencio, volvían a la primera línea a cantar las mismas canciones que hace 15 o 20 años. Una estupefacción similar al escuchar este verano algunos samplers que creíamos olvidados, y hemos asistido a la viralización de vídeos de conciertos donde grandes artistas actuales invitaban a estrellas de la radio a cantar con ellas. Cuando todo eso se une, resulta la evidencia: el tiempo ha pasado y el principio del milenio está de moda.
Las playas y piscinas españolas se han llenado de jóvenes que han hecho sonar este verano a El Canto del Loco, Estopa o Melendi. El primero se disolvió y aunque Dani Martín sigue en activo, no les interesa él ahora; quieren saber quién fue el autor de ‘Zapatillas’ (2004), ‘Estados de Ánimo’ (2003) o ‘A contracorriente’ (2002), el que hablaba de ‘La madre de José’ y se hacía llamar ‘Niñato’.
Como el grupo madrileño, Melendi ha sido otro de los artistas que, si bien continua en los escenarios, son las canciones que lanzó en esa primera década de los 2000 las que están captando toda la atención de la actual generación Z. Pese a que el autor asturiano no ha dejado de publicar en todos estos años, ‘Un violinista en tu tejado’ sigue como la tercera canción más escuchada con 193 millones de reproducciones, al igual que ‘Caminando por la vida’, con 177 millones de reproducciones.
Con Estopa todo es más confuso porque su arraigo al imaginario colectivo es más fuerte -si cabe- que los anteriores, pero su disco homónimo (1999) ha pasado de los formatos de CD y cinta de casette a reproducirse en plataformas digitales en cualquier quedada de adolescentes.
No son anécdotas aisladas y habitualmente estas tendencias están interrelacionadas con otros campos: es una evidencia que la moda ha vuelto al ‘indie sleaze’ de los años 2000, donde predominaba lo underground y alternativo, desaliñado pero chic, con iconos como Cory Kennedy, Lindsay Lohan o Mischa Barton. Esa esfera, trasladada desde Fotolog y MySpace a Instagram y TikTok, se esparce por todas partes.
Canciones del verano: del 2002 al 2025
Cómo si no dar una explicación a que los referentes musicales para los jóvenes en España estén echando mano de los iconos dosmileros. Lo ha hecho Rusowsky, el único autor que ha situado ‘Malibu’ como candidata a canción de verano. En el mismo disco, ‘Daisy’, uno de los temas más escuchados es ‘Johnny Glamour’, cuyo estribillo pertenece al tema ‘Kusha las payas’ del trío cordobés Las Ketchup, incluida en su album de 2002 ‘Hijas del tomate’.
Algo similar sucedió con C Tangana en ‘Tú me dejaste de querer’, cuando rescató a La Húngara del cante flamenco, donde era un icono, y la devolvió a la primera fila nacional, revalorizando lo que antes se tachaba de “música de gasolinera”. También lo hizo con Rosario Flores cuando usó el sampler en ‘Nunca Estoy’ y repitió lo que se cantaba en 2002 de «Cómo quieres que te quiera si no estás aquí». Sucedió con Camela cuando Amaia Romero interpretó su versión de ‘Cuando zarpa el amor’ (2004), consiguiendo que una canción de orquesta sea una balada que pone la piel de gallina.
Una tendencia que tiene una vertiente sociológica, ya que hay un proceso de dignificación de lo popular: lo que era kitsch, hortera o de mal gusto para la gran mayoría ahora se celebra como identidad cultural, en un mundo hiperglobalizado donde los jóvenes están expuestos a una cultura internacional e híbrida. Buscan volver al origen.
Esa relectura por parte de lo hipster sobre el pasado cañí supone un descubrimiento para los más jóvenes y un viaje al pasado para los más mayores. Sin embargo, a todos gusta, a tenor de los datos de Spotify donde las listas de ‘Hits 2000’ están disparadas en escuchas. El reguetón más trapero es sin duda el género dominante, pero es patente que los géneros híbridos de la España de principios de milenio han vuelto, cuando explotó el pop-rock juvenil, el incipiente reguetón y el flamenco pop, corrientes que han vuelto con fuerza.
Judeline es seguramente una buena muestra de ello. En el inicio de su carrera despuntó con una versión de ‘La Tortura’ de Shakira (2005), pero también Lola Índigo versionando ‘Pobre diabla’ de Don Omar (2004) o María Escarmiento con ‘Puedes contar conmigo’ de La Oreja de Van Gogh (2003).
Precisamente, otra muestra de ese rescate se produjo en el concierto de la artista colombiana Karol G, cuando en su segundo concierto en Madrid, hace ahora un año, subió al escenario a Amaia Montero, exvocalista de La Oreja de Van Gogh, para cantar juntas ‘Rosas‘ en una actuación que estremeció al público y a los fans de la artista latinoamericana -conocidos como la ‘marea rosa’- y se viralizó en cuestión de horas.
Esa colaboración inesperada abrió la puerta a muchas más, como la de Aitana en su concierto del 31 de julio de Madrid subiendo a cantar a Amaral, un dúo que no ha dejado de tocar desde que publicaran su primer album en 1998. Sin embargo, han pasado por diferentes etapas, pero que una estrella de la generación Z te invite a participar en su concierto del Wanda Metropolitano, ante 60.000 personas, abre directamente las puertas de tu popularidad.
Cantaron juntos ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’, una canción que ya habían versionado hace unos años los Carolina Durante, otro éxito grabado a fuego en casi cualquier memoria. A diferencia de la generación milenial, que recuperaban los 80 y los 90, la generación Z se ha agarrado a los 2000 porque son la banda sonora de su infancia, la que escuchaban en familia, promoviendo un ‘revival’ más cercano y emocional. En este sentido, una reciente encuesta promovida por BlablaCar, plataforma de referencia para compartir vehículo, en los trayectos por carretera este verano se ha escuchado una mezcla de ambas generaciones, componiendo un podio liderado por Karol G, seguida de Estopa, Quevedo, Lola Índigo y Melendi.
De ahí que no sea de extrañar que algunas estrellas de los festivales este verano hayan apostado por estos artistas. En el Bilbao BBK Live, referente en el sector por la cuidada selección artística que hacen anualmente, sorprendió que Kylie Minogue fuera la dueña del sábado. En el All Together Now de Waterford, en Irlanda, icono hipster donde los haya, hizo lo propio Nelly Furtado.
Las bandas sonoras, fundamentales
En la retahíla de ejemplos a un lado y a otro que confirman la vuelta de esta iconografía, la tercera temporada de ‘El verano que me enamoré’ es la confirmación final del fenómeno. La serie basada en las novelas de Jenny Han se han convertido en el debate del verano. Según Amazon Prime, el primer episodio fue visto por más de 25 millones de personas con una horquilla de edad de entre 15 y 54 años.
De ahí que los productores se vean obligados a contentar a todo tipo de espectador, y la música es una de sus herramientas: darse un paseo por la playlist oficial es toda una experiencia, ya que artistas actuales como Taylor Swift o Olivia Rodrigo conviven con artistas como Tame Impala, cuya canción ‘Feels like we only go backwards’ (2012) protagoniza una emotiva escena, así cómo Skinny Love (2007) de Bon Iver o ‘Complicated’ (2002) de Avril lavigne que, por cierto, también fue cabeza de cartel el año pasado por partida doble: en el Cruïlla de Barcelona y en el MadCool de Madrid.
En ‘El verano que me enamoré’ se ha repetido un fenómeno que ya funcionó en los 2000: dotar a las series de bandas sonoras potentes. Así que, a imagen y semejanza de las referencias televisivas milenials, el ‘blockbuster’ de este verano repite lo que hicieron sus antecesoras en The O.C. o Gossip Girl: usar la música que representa a una generación.
Lo que ya es evidente es que los 2000 fueron la década del desparpajo, del pop masivo, el flamenco, la rumba y cualquier mezcla de géneros. Lo que entonces parecía vulgar o comercial, hoy se revisita con autenticidad y frescura en un presente marcado por la globalización y el entorno digital.
Suscríbete para seguir leyendo