Pedro (nombre ficticio), un asturiano que vive y trabaja en Madrid, llevaba tiempo sintiéndose cansado. “Estaba siempre agotado, pero no era un cansancio normal. Por ejemplo, iba al gimnasio y, al poco de llegar, tenía que volver a casa”.
No era lo único que notaba. “Tenía fatiga todos los días, menos fuerza de lo habitual y muchos cambios de humor y de ánimo”. Además, “empecé a retener mucho líquido y cogía kilos con facilidad. En dos meses engordé cinco sin realizar ningún cambio en la dieta. También lo notaba en el trabajo”.
Preocupado, Pedro decidió acudir al médico de su seguro. Contó todos sus síntomas y le realizaron una analítica completa: todo estaba dentro de los parámetros normales. Sin embargo, él seguía sin encontrarse bien. Regresó al mismo médico.
La respuesta fue escueta: “No te preocupes, está todo bien, pero toma un multivitamínico”. Pedro buscó una segunda opinión. Presentó su analítica a otro médico y la lectura fue similar a la del primero. Este le sugirió que podría tratarse de estrés y que evaluara la posibilidad de acudir a un psiquiatra, algo que Pedro rechazó. “Yo sabía que tenía algo físico que no estaba bien. No sabía qué era, pero lo sabía”, comenta.
Un día, en casa, decidió consultar a «Grok», el asistente de inteligencia artificial de la red social X (antigua Twitter). Le escribió desde su casa y detalló todos sus síntomas. Grok le ofreció varias posibles causas, y al consultar las fuentes de información, Pedro acabó en un foro de culturismo donde un usuario describía síntomas similares. En ese caso, el usuario había solicitado una analítica completa del perfil hormonal.
«Eres un flipao», le dijo un médico
Pedro decidió hacer lo mismo y acudió a un endocrino. Sin embargo, la experiencia fue negativa: “Me dijo que era un ‘flipao’, que dejase de entrar en foros y que pasara de esas cosas”. No le hicieron ninguna analítica. Indignado, Pedro volvió a Asturias y pagó por una clínica privada para realizarse la analítica completa.
Los resultados mostraron que su somatomedina C (una hormona clave en el crecimiento) y su prolactina estaban muy elevadas, niveles que no eran normales para un hombre de treinta años. Con la analítica en mano, Pedro volvió al primer médico, quien reconoció que probablemente esos desequilibrios hormonales eran la causa de su malestar y le recomendó consultar a otro endocrino.
El nuevo especialista ordenó una resonancia magnética y su primera hipótesis fue clara: “Apunta a un tumor en la hipófisis, la glándula pituitaria que se encuentra en el cerebro y regula muchas funciones del cuerpo, produce y libera hormonas, y estimula otras glándulas”.
El pronóstico se confirmó en mayo de este año: Pedro tenía un macroadenoma de 2,2 centímetros, benigno pero muy cerca del nervio óptico. “No me sorprendió, porque ya intuía que podía ser algo así. Mi novia, en cambio, lo llevó mucho peor”, explica.
Los médicos le dieron medicación para controlar el tumor, pero los niveles hormonales seguían elevados. Además, la cercanía del tumor al nervio óptico implicaba un riesgo de pérdida de visión. Finalmente, el 1 de julio fue operado. La intervención duró tres horas y salió bien. Actualmente, Pedro sigue de baja, padece diabetes líquida que probablemente se podrá controlar y prefiere no pensar qué habría ocurrido si no hubiera pagado aquella analítica hormonal. “No merece la pena; lo importante es que llegué a tiempo”.