Cuando pasa el pelotón hay que agarrarse las gorras, si se llevan puestas. Se levanta un viento que, aunque dista de ser huracanado, mueve las hojas de los árboles y sirve para que el espectador, apostado en las aceras, se percate de la tremenda velocidad a la que ruedan los ciclistas.
Por televisión es difícil darse cuenta, sólo se ve la diferencia si se ofrece un plano enlatado, por ejemplo, de un puerto por el que suben cicloturistas, unas horas antes de que lo hagan los profesionales. Entonces, sí, entonces se ve como ruedan velozmente unos y como lo hacen esos ciclistas aficionados que sólo se dedican a este deporte algunos fines de semana.
El recuerdo de 1987
El viento de la Vuelta ha cambiado los últimos años. En Benasque, por donde rueda la carrera antes de afrontar la subida final a Cerler, los aficionados llevan horas esperando a los corredores. Es algo habitual, común de todas las carreras, sobre todo el Tour. Un seguidor, ya veterano, recuerda una visita anterior, la de 1987, cuando la prueba afrontó la primera ascensión a la cumbre aragonesa. Era, entonces, un ciclismo que soñaba con que un corredor español volviera a coronarse en París, lo que no ocurría desde que Luis Ocaña ganó el Tour de 1973. Faltaba un año para que Perico firmase la proeza y con Delgado también se movía la Vuelta con el afán de que repitiese la victoria lograda en 1985 y por la que hubo que esperar hasta 1989.
Nadie podía imaginar por aquel entonces que Miguel Induráin ganaría cinco Tours de forma consecutiva, aunque la ronda española siempre resultó una carrera algo endemoniada para el campeón navarro. Hasta puede dar la sensación de que no se acabó de hacer justicia a un ciclista pentacampeón del Tour, doble vencedor del Giro y que sólo logró una segunda posición como mejor resultado en la ronda española de 1991 ganada por Melcior Mauri.
La retirada de Induráin
La retirada de Induráin provocó algo así como una resaca de aúpa, de las que no se van ni tomando paracetamol por un tubo. Costó llenar el vacío, ni siquiera lo consiguió Abraham Olano. Y lo que es peor -lo recordaba el aficionado veterano de Benasque- llegaron los años tenebrosos, todo el ciclismo circulando por un túnel que parecía no tener salida, una carretera oscura plagada de pastillas, inyecciones, bolsas de sangre y con tres letras, EPO, que parecían algo así como las siglas de una funeraria para este deporte; condenado a la desaparición.
Los rumores no eran suficiente prueba. Lo he contado otras veces. Los periodistas, por ejemplo, que se pronunciaron públicamente contra Lance Armstrong acabaron despedidos de sus medios, que tuvieron que afrontar indemnizaciones millonarias contra el excorredor tejano, que los denunció por calumnias. Si llego la amnistía fue demasiado tarde, cuando el estadounidense fue borrado de la historia del ciclismo.
Algo ocurría
Pasaba algo, era evidente. Si no se corregía el rumbo el ciclismo se iba a hacer puñetas y con ello carreras como la Vuelta donde las clasificaciones finales se tenían que retocar meses después. Hasta llegaron a retenerse los premios que debían recibir los primeros clasificados hasta que los controles antidopaje y los posibles contraanálisis estuvieran cerrados.
Costó años recuperar la ilusión. En coche, las ascensiones a los puertos se hacían en solitario, bien distinto a lo ocurrido este viernes en el Port del Cantó. Sobresaliente fue subir por la cumbre catalana con decenas de ciclistas, sobre todo mujeres, muchas corredoras aficionadas y con un dato para tener en cuenta: si hace años las mujeres afrontaban un puerto siempre con compañía masculina, sobre todo por seguridad, ahora ya van en grupo, dominan la situación y coronan la cumbre donde esperan la llegada del pelotón de la Vuelta con Juan Ayuso a la cabeza.
El aficionado de Benasque citaba los tiempos perdidos en los que daba la sensación de que la Vuelta se disputaba en blanco y negro más que en color. Estuvo muchos años dedicando el tiempo libre a otros menesteres, si acaso unas horas de sofá en julio con las imágenes del Tour. Pero eso de acercarse a la carretera para seguir la Vuelta; eso no… ahora ya ha regresado, sopla otro viento.
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