El récord ya es oficial: 9.833 personas participaron en la 34ª edición de la playa de Poniente, superando las 8.903 del año pasado y las 9.796 de hace tres años, rompiendo la marca que parecía intocable. La ciudad logró lo que muchos consideraban imposible. La imagen final quedará grabada en la memoria: cientos de asistentes entrando a última hora, una cola que alcanzaba Las Letronas y una ovación colectiva al saberse que el récord ya era historia. «Lo hemos conseguido», brindó la afición.
El camino hacia el éxito comenzó mucho antes de ese estallido final. A las seis de la tarde, cuando la organización apenas abría los accesos, Francisco Javier Gómez, participante, se situaba en primera fila. «Llegamos pronto porque otros años nos quedamos fuera. Esto para nosotros, como asturianos, es importante. Nos encanta la sidra y este día», expresó mientras recordaba que llevan «siete u ocho años» viniendo sin faltar. Su constancia reflejó bien el espíritu de los más fieles, aquellos que convierten cada edición en una cita muy esperada.
La fila inicial se fue engrosando poco a poco. El cielo encapotado y el viento frío hacían pensar que no sería la mejor jornada, pero quienes aguardaban no perdían la sonrisa y la esperanza. Las amigas de la parroquia de San Nicolás de Bari, un grupo de 70 mujeres –ayer 40 presentes–, que bailan juntas en la parroquia, eran la mejor prueba de ello. «Hoy está muy difícil: juega el Sporting, está el hípico y, además, llueve. No creo que se consiga pero lo importante es juntarnos, beber sidra y gritar viva Xixón», confesaron entre risas, dejando claro que para ellas la fiesta estaba por encima de cualquier cifra.
Entre los que se estrenaron en esta edición estuvo Adán Pérez, gijonés, que acudía con su grupo de amigos. «Es la primera vez que vengo. Ojalá se supere el récord, aunque lo veo difícil. Lo importante es estar juntos y disfrutar», reconoció mientras levantaba su primer culín de sidra. Su testimonio simbolizó la mezcla de ilusión y duda que reinaba a media tarde.
Más allá de los debutantes, la cita volvió a mostrar su carácter universal. El grupo de los autodenominados «Amigos disfrutones», formado por más de cien asturianos y por visitantes de León, Madrid, Ecuador, Argentina y Portugal, entre otros, desplegaba una gran mesa con empanadas, bollos preñaos y tortillas. «Lo que más disfrutamos es la convivencia, compartir la comida y la sidra con todos. Aunque no se bata el récord, merece la pena», relataba Sonia García, participante, mientras brindaba con sus compañeros. Su optimismo contrastaba con la lluvia, que a ratos arreciaba, pero no lograba deslucir el ambiente festivo. Para José Méndez, integrante de este grupo, «la sidra es, sin duda, nuestro producto estrella. Sin ella no somos nada».
La lluvia no frenó la folixa
La playa de Poniente siguió llenándose con el paso de las horas. A medida que se acercaba la noche, los paraguas y chubasqueros se mezclaban con las camisetas rojiblancas de quienes luego irían al partido del Sporting. El ambiente era una mezcla de incertidumbre y entusiasmo, con el rumor constante de que este año el récord se escaparía por muy poco.
Mientras tanto, en el puesto del Conseyu de Mocedá de Xixón, Paloma Navarro, trabajadora, y su equipo realizaron controles de alcoholemia gratuitos. «La mayoría da positivo porque la jornada es larga, pero la gente se lo toma bien. Es gratis, no sanciona, y sirve para que cada cual sepa cómo está», relató, destacando la buena acogida de una iniciativa que ya se ha convertido en parte inseparable de la celebración.
En la folixa hubo también espacio para el homenaje y la emoción. En memoria del maestro «Tino El Roxu», figura irrepetible en la historia del escanciado, se quiso rendir tributo a quienes hoy mantienen viva esa tradición. Los grandes profesionales Pelayo Rodríguez, Emilio Rubio, Alejandra Venegas y Wilkin Aquiles recibieron un reconocimiento especial en el escenario principal, rodeados de aplausos. Y como colofón al acto, los cuatro ofrecieron una escanciada delante de las miles de personas congregadas en Poniente.
A esas alturas, la cifra todavía parecía lejos de la meta, y los organizadores transmitían cautela. La coincidencia con otros grandes eventos y la meteorología adversa reforzaban la idea de que el récord tendría que esperar. Pero la ciudad aún se reservaba una sorpresa. Fue entonces cuando la megafonía de Poniente lanzó un llamamiento claro: quien estuviera en los alrededores debía acercarse ya, porque aún había tiempo de hacer historia. La respuesta fue inmediata. Cientos de personas comenzaron a sumarse a la fila, algunos corriendo desde otras actividades. En cuestión de minutos, el arenal se convirtió en un hervidero de paraguas, vasos y cánticos. La cola se alargó hasta las famosas Letronas, testigo mudo de un momento decisivo, y fue desfilando por todo el paseo de Fomento hasta el arenal de la zona oeste.
Poco después de las 21.00 horas llegó el anuncio esperado: 9.833 personas registradas oficialmente. Una diferencia de apenas 37 sobre el récord anterior, pero suficientes para desatar una explosión de alegría. Los abrazos se multiplicaron, los cánticos de «¡Sí se pudo!» se escucharon en todo Poniente y los brindis se sucedieron sin importar el agua que seguía cayendo. «Pensábamos que era imposible, pero lo hemos logrado», resumía Carlos Fernández, participante, poco después de que todo el mundo en la playa hubiera entonado el «Gijón del Alma»
El récord, más allá de la cifra exacta, simbolizó la capacidad de Gijón para sobreponerse a las dificultades y reafirmar su identidad en torno a la sidra. La 34ª edición quedará en la memoria no solo por el nuevo hito, sino por la demostración colectiva de entusiasmo. Desde los primeros en la fila hasta los que llegaron a última hora para empujar la cuenta hacia arriba, todos fueron protagonistas de un récord compartido. Gijón vuelve a escribir en mayúsculas su nombre en la historia de la sidra, recordando que, esta ciudad abraza y que en ella siempre hay lugar para un «culín» más.
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