No es el Tour, pero sí la Vuelta. Recuerdo en 2004, durante una cronoescalada a Arcalís, en este caso en la Volta, la tristeza de la llegada. “No sé para quién hablo, porque no hay nadie”, exclamaba el ‘speaker’ de la ronda catalana. No se trata de menospreciar a Volta, que también estos últimos años ha crecido de forma espectacular, pero hace 20 años, cuando las carreras ciclistas llegaban a Andorra ni siquiera las vacas o los caballos que pastan por los prados prestaban atención a los corredores.
El vacío se apoderaba del recorrido, incluso cuando el Tour pisaba estas tierras por allá la década de los 90 -bien distinto fue en 2021, en la victoria de Sepp Kuss por delante de Alejandro Valverde– pues en el país pirenaico había una menor concentración de público que en otras partes del recorrido.
El Tour de 2016
Este jueves hasta se agradeció bajar en caravana desde Pal a la capital del país, con La Massana colapsada, porque había que hartarse de paciencia y recordar el descenso de 2016, el día que diluvió en el Tour, en una etapa que ganó Tom Dumoulin, en el abandono de Alberto Contador, con todas las carreteras del país bloqueadas horas antes de que centenares de portugueses residentes en Andorra se lanzaran a la calle para celebrar la victoria de su selección de fútbol en la Eurocopa.
La Vuelta, con el ejemplo de Andorra, ha cambiado reivindicando su crecimiento. Al igual que le ha ocurrido a la Volta, la bendición del Tour con la Vuelta como carrera propiedad de los franceses y la Volta como prueba colaborada ha sido esencial: televisión, patrocinadores y sobre todo ideas para que estas pruebas, manteniendo su espíritu, despegasen y con ello atrajeran un mayor número de seguidores.
Autocaravanas
No es el Tour, pero esas cunetas vacías, que se veían hace algunas décadas en la Vuelta, se han convertido en algo más que en pasto de ganado, que se esconde ante el ruido de los helicópteros y los gritos del público. Se aparcan las autocaravanas, se colocan las banderas -sin olvidar algunas de palestinas- y se animan a los corredores. La megafonía ha dejado de ser sólo escuchada por los árboles y se atiende a la información de la carrera.
En Andorra, concretamente, ayuda el hecho de que alrededor de 150 profesionales masculinos y una veintena de corredoras residan en el país. A nadie engaña que la baja tributación ayuda a que estos deportistas vivan en los Pirineos. Pero es por aquí por donde entrenan. Días antes de que empiece el Tour es un espectáculo ver el verdadero pelotón que se forma subiendo y bajando principalmente por Envalira. Hasta merece la pena en lugares como El Tarter o Soldeu colocar una silla en la carretera y empezar a acertar con el nombre de los corredores profesionales, porque la cifra aumenta con los compañeros de los residentes que se acercan hasta Andorra para buscar un último toque antes de enfrentarse a la tiranía de la ronda francesa.
Los ciclistas actuales
La Vuelta ha dejado de ser un bosque sin árboles y una carrera que sólo interesaba si el españolito de turno luchaba por la victoria, y si no había extranjeros, pues mucho mejor, que algún ciclista peninsular se llevaría la victoria entre los denominados jornaleros de la gloria. Ahora ya se vive como un duelo internacional, con las mismas figuras que compiten en las principales carreras del calendario mundial, en un ciclismo que crece y busca figuras alejado de los países que dominaban el deporte en el siglo pasado y que han dejado de ser los protagonistas, salvo algunas excepciones.
Los que triunfan son originarios de Eslovenia, Dinamarca, Portugal… por detrás de ellos se encuentran los españoles, en horas bajas, por qué negarlo, los franceses que llevan 40 años sin ganar el Tour y los italianos, salvo Giulio Ciccone, que han desaparecido de todas las clasificaciones profesionales y sin ningún equipo profesional entre los mejores del mundo. Pero el público se acerca y vibra con el duelo de estos corredores, aunque sean exquisitos extranjeros, muchos de ellos sintiéndose en Andorra como en su propia casa, y sin pagar tantos impuestos, a diferencia de otros compatriotas que cumplen con Hacienda al no estar tan dotados para mover los pedales a ritmo infernal, pero que aportan lo justo y necesario para que mejoren las carreteras por las que entrenan los ciclistas profesionales cuando regresan a sus países de origen.
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