Canarias ha encontrado una fórmula para poner coto a la soledad no deseada y al problema de la vivienda a la vez: convertir a jóvenes y a mayores en compañeros de piso. Es el objetivo del programa pionero en el Archipiélago, Auchón, con el que la Consejería de Bienestar Social pondrá en contacto a jóvenes que, por un motivo u otro, no encuentran un techo bajo el que vivir (extutelados, universitarios o con problemas intrafamiliares); y a personas mayores que se han quedado solos en viviendas casi vacías. Un modelo de convivencia intergeneracional sin fines lucrativos y acompañada desde el minuto uno para garantizar la seguridad y la comodidad de ambas partes.
La consejería, a través de la Dirección General de Mayores y Participación Activa, lleva ocho meses poniéndose a punto para llegar a la actual fase de difusión. El objetivo era «eliminar todos los flecos sueltos» que han ido surgiendo a raíz de una experiencia piloto en la que han participado cinco hogares de Tenerife. En este sentido, la consejera del área, Candelaria Delgado, ha animado a todos aquellos que lo necesiten –tanto jóvenes como mayores– a «apuntarse» a esta incipiente «red de solidaridad».
«Las puertas están abiertas, queremos que este proyecto se convierta en una realidad consolidada y repetible en todo el Archipiélago», sentenció la consejera.
«Es una forma de dar respuesta a dos realidades que nos preocupan: la soledad no deseada de las personas mayores y las dificultades que encuentran los jóvenes a la hora de emanciparse», reveló. Esta alternativa habitacional también sirve para poder dar una respuesta a los extutelados del Gobierno de Canarias, que suelen quedarse con recursos muy limitados al llegar a la mayoría de edad. «Este programa une ambas realidades para convertirlas en una oportunidad compartida», destacó.
Compañía y crecimiento
Este programa tiene beneficios en ambas direcciones. «La persona mayor gana en compañía, apoyo y motivación para mantener un envejecimiento activo y saludable; y mientras, el joven encuentra no solo un lugar donde vivir, sino también una oportunidad de crecer en un entorno enriquecedor», sentenció la consejera.
En este camino –que puede prolongarse hasta un año– ninguno de los dos «estará solo». «Contamos con un equipo técnico multidisciplinar que acompaña, resuelve conflictos y prepara a las partes con talleres de formación», insistió la consejera. Además, las partes firmarán un contrato de convivencia que integrará sus derechos y deberes; y contarán con «el respaldo legal que garantiza el seguimiento constante».
De hecho, desde la Consejería se realizarán visitas periódicas al domicilio para garantizar que la convivencia está siendo fructífera. «Primero se hará cada semana, después cada quince días y, finalmente, cada mes», reveló Meseguer, que explicó que, además, el primer mes es de prueba.
Un alquiler no tradicional
Como explicó la directora general del Mayor, Verónica Meseguer, «no se trata de un alquiler tradicional». «La convivencia se regula mediante un contrato de cesión de uso habitacional con carácter social y no lucrativo», insistió Meseguer. Esto significa que los jóvenes no tendrán que abonar ningún tipo de alquiler de la habitación, aunque sí hacerse cargo de los gastos de alimentación o de suministros básicos como la luz y el agua. «Si no tiene el recurso económico resuelto, se queda en lista de espera hasta que consiga un empleo», matizó Meseguer.
Para acceder a este proyecto, lo primero es identificar a las personas interesadas. «Estas están en los ayuntamientos, asociaciones de mayores, centros de salud y universidades», explicó la directora general, que insistió en que también se habilitará un proceso de solicitud directa.
En una segunda etapa, la Consejería realiza una valoración de los perfiles con entrevistas individuales, visitas domiciliarias y un cuestionario de convivencia. «Esto garantiza que la persona mayor esté en condiciones adecuadas y que el joven quiera asumir la responsabilidad», recalcó.
Tras esto se realizan entrevistas cruzadas y dinámicas de encuentro para «comprobar que efectivamente tienen afinidad», pues como remarca la directora general, «los emparejamientos no se fuerzan». Tras esto se ofrece formación previa, tanto de convivencia como de orientación laboral, en el caso de los jóvenes; y una vez finalizado el proceso es cuando comienzan a vivir juntos.
En caso de que no haya afinidad o que no se supere el mes de prueba, en ningún caso «se deja a nadie solo». «Les seguiremos acompañando», insistió Meseguer.
Primeros resultados
La primera experiencia, llevada a cabo en cinco hogares ha tenido «muy buena acogida» y ha sido «muy positiva». Así lo definió el director del centro de la familia, Raymundo Moreno, que explicó que la mayoría de los participantes han sido mayores de edad extutelados y algún chico que tiene problemas en la convivencia con sus padres «Tanto unos como otros descubren un mundo diferente, es una experiencia muy enriquecedora», sentenció Moreno, quien hizo hincapié en que los jóvenes «aprenden a convivir en un entorno seguro, cordial y amable».
Sin embargo, como explicó Moreno, el objetivo del programa, va más allá de dar solución a la crisis de la vivienda y la soledad no deseada, «es un cambio de paradigma social para lograr la convivencia intergeneracional».
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