A partir de la confesada deuda de Leonard Cohen con dos españoles, García Lorca y el joven y anónimo guitarrista gitano que le enseñó en 3 lecciones el secreto de su arte, Miguel Barrero urde en “El guitarrista de Montreal” (Galaxia Gutemberg, 2025) un texto denso, venial solo de apariencia, del que el propio autor entra y sale a placer guitarra en ristre y en el que va tejiendo los tiempos de modo paciente y sabio hasta dotarlo de una atmósfera intemporal y casi ingrávida. La minuciosidad del detalle o la geografía urbana y la subordinación de planos y sucedidos, al modo Perec, ponen a prueba al lector urgente, pero merece de veras la pena aplicarse a este bello y alto merodeo, siempre con la música al fondo, hasta alcanzar el clímax de la literatura mayor en su capítulo 4 y último, al final del que afronta sin contemplaciones el “Hallelujah”, a su vez clímax y obra mayor de Cohen.
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