JOAN CAÑETE BAYLE | Para quitarse el sombrero

Baile al son de una banda de música en las fiestas de Lorca (Murcia), en una imagen de archivo. / Juan Caballero

Hubo tiempos pasados, más civilizados y sofisticados, en los que los hombres llevaban sombrero y sabían bailar. De entre las múltiples funciones del sombrero, no era de menor importancia que permitía comunicarse sin hablar: un ligero toque con los dedos en el ala era un reconocimiento discreto; quitárselo por completo, una muestra de respeto solemne; inclinarlo, una cortesía o una galantería; jugar con el ala entre las manos, un gesto que denotaba timidez o inquietud; ajustárselo antes de hablar transmitía determinación; golpearlo contra la pierna o la mano expresaba impaciencia, y lanzarlo al suelo comunicaba frustración o implicaba admitir la derrota. Optimista, observo si los jóvenes tocados con gorras de béisbol de amplias viseras reproducen alguno de estos códigos, y no sé verlo. No descarto que el problema sea mío; quizá no tengo paciencia. Me sucede lo mismo con los ‘bros’, los ‘beef’, los ‘tipo’ y los ‘factos’ que pueblan el lenguaje juvenil.

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