Después de la tormenta de la queja y la indignación, la calma del silencio y la inacción de las instituciones. Es decir, que la problemática permanece larvada, latente y con enorme riesgo de una explosión sanitaria y social superior a la precedente.
En mayo pasado, cayó la última gota que colmó la paciencia de los residentes de la urbanización de Tolleric y demás proximidades de la ya irreversiblemente rebautizada como «granja de los horrores». No quedó más remedio que intervenir porque, entre otras cosas, el clamor del lamento venía avalado por organizaciones ecologistas y animalistas de prestigio como ARDE y Satya Animal. Las imágenes de las instalaciones de Avícola Ballester en Llucmajor, más que hablar, clamaban por sí solas. Recordarlas es incentivar el escándalo y poner a prueba el apetito.
Con la protesta en su punto álgido y los antecedentes de Sineu, el Govern reaccionó. Decretó medidas cautelares y rechazó la solicitud de autorización ambiental integrada. Las 135.000 gallinas que malviven en las siete naves de la macrogranja deberán quedarse en 40.000 antes de que finalice el año. En junio, el Ayuntamiento de Llucmajor se pronunció con claridad, por lo menos en el plano formal, a favor del cierre de las instalaciones, medida que nadie ha ejecutado. Ha pasado todo un denso verano, época en que se acentúan hedores y demás pestilencias. También los riesgos sanitarios. Quien sabe si el paso del tiempo actúa a modo de inmunizador social. Pero siempre pueden aparecer nuevos virus de rebelión cívica.
El portavoz de Llibertat Llucmajor, en la oposición municipal, Alexandro Gaffar, intenta quebrar el silencio solicitando a la alcaldesa del PP, Xisca Lascolas, que decrete el cierre preventivo de la «granja de los horrores» y que haga pública la documentación técnica y administrativa del complejo irregular. Serían actuaciones consecuentes con los acuerdos municipales adoptados, los trámites del Govern y las insistencias vecinales. Sin embargo, se está demostrando que los pronunciamientos teóricos y las declaraciones formales son solo un modo de nadar entre dos aguas. Aguas encharcadas, por cierto.
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