Dice Rosi Fernández, que regenta el bar-albergue de Fasgar, en el corazón del valle leonés de Omaña, considerado el más frescos de España, que el fuego, azotado por los fuertes vientos, era como un «tornado» y estuvo a punto de entrar en el pueblo después de recorrer «siete kilómetros de bosque en solo 14 minutos». Fueron momentos de tensión, de tener el corazón en un puño.
Vista del fuego devastando los bosques cercanos a Fasgar, en el valle leonés de Omaña. / EL PERIÓDICO
«Como mucho estamos durmiendo dos horas por la noche desde que se originó el incendio», relata vía telefónica la vecina sobre un fuego, activo desde el pasado día 8, que ha obligado a desalojar seis pueblos del valle al menos en dos ocasiones -la última el pasado domingo-, porque cuando parecía que las llamas estaban controladas volvían a avivarse por las condiciones meteorológicas.
«El bosque era combustible»
«El bosque era combustible y con los cambios de viento el fuego ha cogido mucha virulencia. Encima hemos tenido temperaturas que nunca se dan aquí. En los veranos dormimos con manta [el valle está a más de 1.350 metros de altura], pero este verano hemos llegado casi a los 40 grados y con mucho aire», relata Rosi, que lleva desde el primer día preparando bocadillos para los bomberos forestales, miembros de UME, guardia civiles y voluntarios que luchan denostadamente contra el fuego, que está «devastando» uno de los parajes más bellos de León, declarado Reserva de la Biosfera.

Un bombero del operativo que trata de apagar el incendio de Fasgar, en León. / EL PERIÓDICO
Las más de 300 personas que estaban pasando el verano en Fasgar, Vegapujín, Posada de Omaña, Torrecillo, Barrio de la Puente y Lombillo de los Barrios tuvieron que ser desalojadas por primera vez el 16 de agosto. Un grupo de gente fue a dormir al colegio de Riello y a la base de Protección Civil, aunque la mayoría huyó a casa de amigos y familiares, lejos del foco principal, que este martes se mantenía en el nivel de gravedad 2, al igual que otros cuatro incendios de León, una de las provincias españolas donde más estragos están causando las llamas.
«De momento, creo que seguimos evacuados, aunque alrededor de unas 20 personas nos hemos quedado en el pueblo», afirma Rosi, que dice que en invierno apenas viven cinco personas en Fesgar, pero la población se multiplica en verano, entre los que tienen casa y los turistas que vienen a esta preciosa zona montañosa llena de abedules, pinares y piorno que han mutado su color verde por el negro y el marrón.
«Con el viento el fuego ha cogido especial virulencia, recorrió siete kilómetros en solo 14 minutos», recuerda Rosi, una vecina de Fasgar
El dispositivo de lucha contra el fuego, que ha oscilado entre 30 y 40 personas, hace todo lo posible por frenar el infierno, con mangueras, haciendo cortafuegos con bulldozer… pero el fuego «coge oxígeno» con los vientos y forma de repente «lenguas gigantes de fuego» que avanzan imparables. «Ahora mismo el fuego parece que está alejado, esperamos que no vuelva para acá. Los brigadistas bajan devastados, psicológicamente están derrotados porque cuando parece que está controlado un foco a las pocas horas es una vuelta a empezar», dice la hostelera, que está comprando mercancia en un pueblo cercano para poder seguir suministrando comida a los miembros del despliegue.

El fuego en el valle de Omaña llegó a avanzar un día hasta siete kilómetros en apenas 14 minutos debido a los fuertes vientos. / EL PERIÓDICO
Como en otros puntos de España, la especial gravedad de los incendios tiene que ver para los vecinos con la burocracia y la regulación de la gestión del bosque. «Hace 40 años se podían hacer quemas controladas, se cortaba leña… pero ahora no se puede hacer nada, y el bosque es un combustible imparable», apunta Rosi.
Negocios de turismo rural «rotos»
«Si es que el bosque está abandonado, todo son restricciones. La política forestal en vez de cooperar para hacer intervenciones se dedica solo a sancionar. Si es que así no se puede avanzar», añade también vía telefónica María del Carmen Mallo, alcaldesa de Murias de Paredes, de cuyo ayuntamiento depende la gestión de los pueblos afectados.

Rosi, vecina de Fasgar, con varias manzanas para repartir entre el dispositivo que trata de controlar el fuego de Fasgar. / EL PERIÓDICO
Dice que también ha dormido muy poco, pendiente de una maniobra de cortafuegos «muy peligrosa» y que afortundamente «ha salido bien, aunque el fuego todavía no está extinguido». «Todo lo que estamos viviendo es terrible, por eso yo les pido a los políticos que dejen de dar espectáculos, con comparecencias continuas y empiecen a trabajar en la reconstrucción y empicen a trabajar en un gran Pacto de Estado. Es que no nos merecemos estos espectáculos», asegura tajante.
«Les pido a los políticos que dejen de dar espectáculos, con comparecencias continuas y empiecen a trabajar en la reconstrucción juntos», dice la alcaldesa de Murias
Para Mallo «ya llegará el tiempo de analizar lo que ha pasado y pedir responsabilidades, pero ahora toca estar unidos y no perder el tiempo torturando a la ciudadanía, porque es una vergüenza. Que nos den ejemplo ya. Hay que cambiar el sistema de los pies a la cabeza. O hacemos catársis o no salimos. A los alcaldes de los pueblos afectados solo se nos escucha ahora. Es patético».

Vista del despligue de bomberos y UME luchando contra las llamas en el incendio del valle de Omaña, en León. / EL PERIÓDICO
Asegura la alcaldesa que gran parte del tesoro natural del valle, que atraía numeroso turismo, ha quedado totalmente devastado. «Estamos físicamente destrozados y emocionalmente no lo vamos a poder superar. A los que tienen negocios rurales les ha roto, la gente se ha ido en masa», añade Mallo, que quiere agradecer el apoyo que están recibiendo de bomberos procedentes de diferentes puntos de España: «De Guadalajara, Valencia, Cataluña, Zamora… nos han ayudado mucho».
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