En el principio fue “la mano de Dios”, la que Maradona convirtió en apéndice de su zurda para batir por alto a Inglaterra en el Mundial de México. Desde el pasado domingo, la mano del Pelusa ya es historia: acaba de ingresar en la leyenda el dedo providencial de Florentino Pérez desde la ventanilla trasera del cochazo que le trajo al Tartiere.
El Tito Floren regaló a la audiencia “la peineta divina”. Mientras los hagiógrafos discuten si fue un lapsus, un “deepefake” a modo de gamberrada de la Inteligencia Artificial o una revelación mística, el revuelo levantado hace pensar que el dedo corazón del presidente del Real Madrid tiene más peso que todo el Ibex 35.
Porque ese dedo no es carne y hueso, es el Nasdaq de Chamartín. Un simple movimiento suyo altera más la prima de riesgo que cualquier ministro de Economía. Con él se levantan estadios, se hunden constructoras y se fichan galácticos. Ese dedo es índice bursátil y decreto-ley. Es la OPA hostil sostenida en falanges. Si sube el dedo, suben las acciones de ACS. Si baja, tiemblan los ministerios. Y si se alza en vertical, ya hemos visto el resultado en Oviedo: España paralizada, diseccionando la cutícula como si fuera el VAR en una final de Champions.
Pedrerol y su tribu han revisado cada fotograma como si se tratara de los Manuscritos del Mar Muerto. Para los antimadridistas, ese dedo es herejía. Para los merengues, sin embargo, se trata de una revelación divina.Lo cierto es que si un algoritmo puede pintarle seis abdominales en la panza a Joan Laporta, ¿cómo no iba a poder regalarle una peineta con sonrisa Profidén a Florentino?
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