Mariam Abu Dagga tenía solo 33 años pero, como tantos otros periodistas palestinos de Gaza, había dejado escrita su última voluntad antes de que un bombardeo israelí le quitara la vida este lunes. En su testamento, dirigido a su único hijo, le pedía que no llore por ella en su funeral, que sea feliz y trabaje duro para que su madre pueda estar orgullosa. La reportera presagiaba su final, un fatalismo a todas luces justificado. En casi dos años de asalto sobre la Franja, Israel ha matado a más de 240 periodistas, según Naciones Unidas, una cifra sin precedentes en las últimas tres décadas de conflictos bélicos. Una campaña respaldada desde una célula secreta del Ejército israelí, dedicada a buscar cualquier potencial justificación para asesinar a los periodistas de Gaza. Los últimos testigos de la erradicación del enclave.
Bautizada como “Célula de legitimación”, la unidad se creó tras el inicio de esta última guerra para recolectar todo tipo de información que pueda ser utilizada para defender las acciones del Ejército en Gaza y proteger la imagen de Israel ante la opinión pública mundial. También para contrarrestar la narrativa crítica que genera el asesinato de periodistas, según ha desvelado la revista israelí-palestina ‘+972’, responsable de algunas de las investigaciones más sonadas de esta contienda, como el uso generalizado de la inteligencia artificial para identificar objetivos en la Franja.
“Motivados por su enfado hacia los periodistas de Gaza, que ‘manchan el nombre de Israel en el mundo’, sus miembros se dedican a buscar cualquier vínculo de los periodistas con Hamás para marcarlos como objetivo”, asegura una de la fuentes de la inteligencia militar israelí citadas por el portal. Esa información, que a menudo responde a las directrices del Gobierno, se comparte después con Estados Unidos para acallar cualquier potencial codena de la Casa Blanca y “poder seguir operando sin presión”.
Campañas de desprestigio
El asesinato de periodistas por parte de Israel no es nuevo. “Ese patrón se remonta como mínimo a la primera Intifada”, asegura a este diario Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. “Lo que es una novedad es asesinarlos a escala masiva y utilizando la última tecnología, como los drones”. La dinámica es siempre parecida. A algunos se les asocia con Hamás o la Yihad Islámica antes o después de su asesinato, con campañas públicas de desprestigio; a otros se les presenta como ‘daños colaterales’.
Así ha sucedido en este último incidente. Mariam Abu Dagga, que trabajaba como freelance para Associated Press e Independent Arabia, fue asesinada junto a otros cuatro periodistas (Mohammed Salama, Hussam al Masri, Moaz Abu Taha, Ahmed Abu Aziz) mientras informaba desde las escaleras exteriores del hospital al Nasser, uno de los últimos que siguen operativos en el sur de Gaza. Un incidente que organizaciones como RSF han descrito como “deliberado”.
Investigación del Ejército
El Ejército israelí lamentó inicialmente lo ocurrido, afirmando que “no ataca a periodistas como tal”. Y hoy mismo, tras la cascada de condenas que provocó la masacre, ha presentado las conclusiones de su “investigación preliminar”. Esgrime que atacó el centro sanitario “tras identificar una cámara colocada por Hamás en la zona del hospital” para observar la actividad de sus tropas. “Las tropas operaron para eliminar la amenaza y desmantelar la cámara”, añade el informe, que no va acompañado de prueba alguna. En el ataque doble murieron al menos 20 personas, no solo periodistas sino también varios sanitarios y miembros de los equipos de rescate que acudieron a socorrer a las víctimas tres el primer disparo de los tanques.
Otros casos han sido todavía más flagrantes. A principios de agosto el Ejército israelí mató al periodista de Al Jazeera Anas al-Sharif y cuatro de sus colegas en las inmediaciones del hospital Al Shifa. Al Sharif había pasado meses documentando la hambruna y la devastación masiva en el norte de Gaza. Pero estaba marcado. El Ejército israelí distribuyó documentos alegando que era miembro de Hamás desde 2013, pero aun dándoles credibilidad, esos mismos documentos decían que sus últimos contactos con la organización fueron en 2017, seis años antes del inicio de esta contienda.
“La campaña de desprestigio sucede antes, durante y después de matarlos. Nosotros ya advertimos de lo que iba a suceder. Esto es una ejecución a sangre fría, anunciada y prevista”, dice Bauluz desde RSF. Otro caso también sonado de aparente manipulación fue el de Ismail al Ghoul, asesinado junto a su cámara en julio de 2024. Poco después el Ejército lo describió como “un terrorista de Al Nukhba”, las fuerzas especiales de Hamás. La documentación presentada decía que recibió su rango en 2007, cuando Al Ghoul tenía 10 años.
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