La vida de Adrián Liso ha dado un giro de 180 grados en apenas unos meses. El canterano zaragocista ha pasado de vivir una nueva temporada agónica en un Real Zaragoza que volvió a coquetear con el descenso a los infiernos en otra temporada marcada por la intrascendencia en LaLiga Hypermotion, a convertirse en uno de los jugadores revelación de Primera División con un Getafe estelar en el arranque de liga.
Los inicios de temporada siempre son proclives a dejar sorpresas, pero la situación que presenta el club azulón a estas alturas da un valor extra a su pleno de victorias: solo 15 jugadores inscritos del primer equipo – incluidos tres de los 9 fichajes- y con Bordalás en pie de guerra contra el presidente Ángel Torres por la venta de Uche, su, a priori, estrella. Y, pese a todo, pleno de victorias frente a Celta y Sevilla, ambas a domicilio.
Mucha culpa la tiene Liso. Sus tres goles, que se traducen en un 75% de los tantos del equipo, han sido decisivos para no dejarse ningún punto por el camino y colarse en lo más alto de la clasificación que, si bien tiene un valor testimonial, le pone en mejor disposición que sus rivales en su, repetido, objetivo por la salvación.
Y no solo eso. El zaragozano puede presumir de haber sido pichichi de LaLiga, aunque sea compartido. Allí, en lo más alto, se sitúa el nombre del exzaragocista con Buchanan y Mbappé.
Del infierno al cielo
Liso está en una nube. En una entrevista en Radioestadio de Ondacero esta pasada noche, el zaragozano se mostraba tajante: «No me imaginaba un comienzo así. Estoy que no me lo creo, estoy súper feliz. El secreto es que somos una familia, nos ayudamos los unos a los otros. No he podido elegir mejor destino».
«Después de una mala temporada en lo grupal y en lo personal, ahora ha salido esta oportunidad que está siendo inmejorable. Es un sueño poder pelear con los mejores y también con el equipo que está ahí arriba en la clasificación», aseguró.
Lo cierto es que el contraste, al menos por el momento, es más que evidente. El propio canterano no escondía, en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ARAGÓN hace apenas un mes, que vivió meses muy duros en su segundo y último año, el de su consolidación, en el Real Zaragoza.
«He pasado de estar en una nube hace un año [en alusión a la temporada 2023-24, la de su debut con el primer equipo] a una temporada muy dura el curso pasado. He atravesado todas las situaciones que puede pasar un jugador. Me han pasado cosas que normalmente suceden con 28 o 30 años y la verdad es que ha sido muy duro tanto para mí como para mi familia», afirmaba, antes de confesar una imagen que ilustraba a la perfección los momentos vividos de frustración: «La gente no es consciente de lo que es llorar casi en cada entrenamiento porque las cosas no te salen.»
«No era un tema puramente futbolístico, sino la sensación de que no te sale nada. Influye también la dinámica del equipo, pero la gente aprieta, hay mucha presión y tienes ganas de hacerlo bien. Sin embargo, para un chaval de 20 años de la cantera no es fácil y eso lleva a la frustración», expresaba.
Una realidad que se hizo constante «a partir de noviembre», cuando el equipo empezó a caerse en el campo y en la clasificación, un «sufrimiento» personal que le obligó a recurrir a la ayuda psicológica «para intentar ser yo».
La vida de Liso, al menos por el momento, parece que ha cambiado radicalmente.