Intentar frenar a Mbappé es como tratar de coger agua con las manos. Casi imposible. El francés es el hombre más en forma de un Madrid dubitativo y al que se le hacen muy largos los partidos. Lo demostró ayer en el Tartiere, donde, sin hacer quizás su partido más brillante, aprovechó los pocos resquicios que le dejó la zaga azul para disipar las dudas de su equipo y que el duelo al final cayera del lado blanco.
Sufriendo contra cinco defensas
La defensa de cinco con la que salió el Oviedo en la primera mitad, con Mbappé como delantero centro del Madrid, hizo que el francés apenas pudiera entrar en contacto con el balón. Trató en ocasiones de irse a las bandas y en otras de bajar al centro del campo para poder entrar algo en juego y no estar tan rodeado de rivales. A pesar de todo, siempre tenía cerca a algunos de los centrales o, si bajaba algo más, a Sibo. La obsesión azul era que a Mbappé no le llegara el balón, especialmente en las inmediaciones del área.
La primera que tuvo la metió para adentro
Pero, después de 37 minutos en los que apenas pudo intervenir en el juego, llegó el primer zarpazo. La grieta se abrió en una acción muy protestada por el Oviedo, una posible falta de Tchouaméni a Dendoncker. Al final, balón blanco y pase de Güler a Mbappé que, con un delicioso control y un preciso remate, batió a Aarón Escandell y acabó con el plan que había puesto en práctica Paunovic.
Y cuando el Madrid sufrió … Mbppeé hizo el segundo
En la segunda parte todo cambió, pero Mbappé volvió a ser decisivo. Un mejor Oviedo, que tuvo dos ocasiones claras de gol, inquietó a un Madrid al que se vio un tanto superado. Y, cuando más cerca parecía el empate azul, un error de Hassan en la salida de balón lo aprovecha Vinicius para servir a Mbappé un pase que el francés definió como lo que es. Un gigante del fútbol mundial.