Cuando Vanessa Vandergast contó en su Nueva York natal que se mudaba a Mallorca, la reacción fue unánime: un sorprendido “¿Por qué?”. Casi nadie sabía ubicar aquella pequeña isla lejana, y menos aún entender por qué iba a abandonar su vida plena en la gran ciudad por un rincón mediterráneo. De eso hace ya 14 años.
«Hoy me preguntan cómo pueden hacerlo ellos también. Es un auténtico boom de estadounidenses en Mallorca», explica Vandergast.
“Gente interesante y abierta”
La exreportera de viajes y empresaria no se considera un ejemplo típico de quienes hoy llegan a la isla para comprar vivienda. Primero, porque emigró antes de que surgiera esta tendencia en los últimos cinco años. Y segundo, porque ya conocía bien la lengua y la cultura españolas: había vivido en Madrid y estudiado en Salamanca.
«Siempre tuve pasión por España», recuerda. Algo que no sucede con muchos recién llegados, quienes apenas saben español y al principio se mueven en su propia burbuja.
¿Está naciendo una nueva sociedad paralela? Vandergast cree que no: «Son personas interesantes, abiertas, que quieren integrarse». Y sus motivaciones ayudan a ello.
Conectada al mundo empresarial, cultural y artístico mallorquín, Vandergast ha visto de cerca la crisis financiera de 2008, la gentrificación por parte de europeos del norte y ahora el auge de compradores estadounidenses tras la pandemia.
«La Covid fue decisiva. Cambió prioridades: la gente se atrevió a dar pasos que antes no se atrevía, como mudarse fuera. La digitalización y el auge del trabajo remoto lo hicieron posible. De repente, ser nómada digital era algo normal. Y con el visado especial, Europa se volvió aún más atractiva».
Descontento político
Otro factor clave es la inestabilidad política en EE. UU., especialmente tras el cambio de poder en las elecciones de 2025, señala Brenda Irani, originaria de Connecticut. Ella y su marido compraron hace 13 años una finca en Alaró, aunque se instalaron definitivamente en 2018. Hoy dirige en Santa Catalina la tienda ecológica Simply Son Braho, convertida en punto de encuentro para muchos recién llegados.
«Cuando llegué no existía ninguna comunidad estadounidense en la isla. Ahora crece sin parar», asegura.
Para ella, el motivo político pesa mucho: «Muchos ya no quieren vivir en EE. UU.». En sus últimas visitas quedó impactada por la tensión: «Nadie se atreve a hablar de política porque enseguida estalla la discusión. La gente está crispada y nerviosa».
Incluso su propia hermana emigró hace un año a Binissalem: «Estaba harta de la política en EE. UU.». Pese a la burocracia inicial, no se arrepiente. Gracias a su marido argentino, la integración fue inmediata.
Seguridad y estabilidad
Para Jorge Forteza, de la inmobiliaria Berkshire Hathaway HomeServices Nova Mallorca, no es solo la política. «Lo que muchos buscan es seguridad, tranquilidad y privacidad», apunta.
Coincide Vandergast: «La mayoría de los nuevos residentes provienen de los llamados Blue States —zonas donde ganan los demócratas—, sobre todo Nueva York y California».
Se trata en general de personas altamente formadas, con buen poder adquisitivo y mentalidad cosmopolita. «Quieren vivir lo más local posible, compran productos artesanales, preguntan al pescador dónde consiguió el pescado. Y realmente intentan aprender el idioma», cuenta Vandergast.
Ejemplo de ello es un matrimonio de Los Ángeles: «Él fue un arquitecto de primer nivel. Ahora ambos van cada día con sus mochilas a clase de español».
Del deslumbramiento al realismo
Ni Vandergast ni Irani conocen casos de estadounidenses decepcionados con la vida en Mallorca. «Quienes vienen buscan un cambio real, no esperan encontrar los mismos servicios que en su país», explica Irani. Al contrario, muchos desean adoptar un estilo de vida más europeo, lo que los hace adaptables y abiertos.
“Aliviado de haberme ido”
El urbanista Steve Cochran, de Washington D. C., se instaló en la isla en 2023, dos días después de jubilarse. Su marido había llegado antes gracias a su pasaporte irlandés.
«La política no fue la razón principal, pero la situación actual en EE. UU. nos dio el empujón final. Estoy feliz de haberme ido», afirma.
Con 73 años, se esfuerza por aprender español y confiesa con humor: «Lo único que aún me cuesta es la percepción del tiempo en España».
Del turismo a la residencia
Muchos descubrieron Mallorca como turistas, especialmente tras el lanzamiento en 2022 de vuelos directos entre Nueva York y Palma en verano. Para estadounidenses acostumbrados a recorrer seis horas de costa a costa, un viaje de siete u ocho horas al Mediterráneo no supone obstáculo.
El factor celebrity también pesa. Publicaciones en redes de Michelle Obama, Oprah Winfrey, Jeff Bezos o los Kardashian dieron visibilidad a la isla, reforzada por reportajes en Vogue o Forbes.
Las zonas favoritas son Palma, Alaró, Deià, Sóller, Valldemossa y, más recientemente, Pollença.
Una comunidad en crecimiento
Según el INE, en 2022 había 1.464 estadounidenses empadronados en Mallorca, una cifra claramente superada hoy. Muchos no registran la isla como residencia principal, por lo que el número real es mucho mayor.
Forteza calcula que, aunque el mercado estadounidense aún es pequeño comparado con el alemán o británico, crece un 150 % cada año.
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