¿Existen las agresiones sexuales? / L-EMV
Ciertas noticias requieren una respuesta aclaratoria por respeto a la inteligencia de lectoras y lectores. Este columnista de Levante-EMV siente la necesidad de esbozar un somero análisis –somero por falta de espacio– sobre el siguiente titular y el contenido publicado en este diario: «Los festivales de verano dejan más de 6.000 consultas por agresión sexual» (Levante-EMV – 21/8/2025). No pondré en entredicho el número de consultas, sino que, como especialista, discrepo que aporten algún indicador significativo. No es la primera ocasión en la que solicito una estadística concreta de datos sobre la violencia sexual ejercida en eventos multitudinarios como el Medusa Festival de Cullera. Si no hubo ni una sola agresión sexual a chicas y/o mujeres –cosa increíble para alguien mínimamente sensato/a– celebrémoslo e instalemos Puntos Violeta en cada calle del planeta, por eso de que, según la noticia, «los puntos instalados por la Generalitat ejercen de efecto disuasorio para los agresores». Concretemos. En estas páginas de Levante-EMV se informa de que «Cullera se prepara para recibir a 180.000 asistentes en el mayor festival dance de España» (Levante-EMV – 29/7/2025). Desconocemos si en ese macrofestival hubo una sola agresión sexual. ¿Alguien tiene datos? En caso afirmativo, ¿son secretos? ¿Por qué? Si la hubo, ¿cómo entender ese silencio administrativo? ¿Cómo hacer un análisis, un diagnóstico o una radiografía de la realidad sin un solo dato relevante? No pretendemos convertir la violencia sexual en un asunto de chisme, pero menos todavía invisibilizarla, hacer como que no existe, pues, eso precisamente, impide prevenir, detectar y actuar ante ésta.
Los datos más fidedignos advierten de un aumento alarmante de la violencia sexual contra niñas y mujeres mientras, en la vida estival festivalera y ociosa, todo es un remanso de igualdad y feminismo. A lo peor prevalece el rédito económico de estos festivales y los intereses del capitalismo por encima de las vidas y los cuerpos de las mujeres, pues, a fin de cuentas, siempre son menores a los beneficios que se lleva el sistema. Perdonen mi desconfianza pero me cuesta creer que una oficina itinerante de la Generalitat de atención a víctimas de agresiones sexuales no publique los datos que más nos preocupan e interesan, a saber: ¿cuánta violencia sexual hubo en los 16 festivales celebrados durante el verano en las tres províncias? Es un insulto a la ética y una falta de respeto a las víctimas considerar que los Puntos Violeta, en sí mismos, disuaden las agresiones sexuales. Más todavía cuando en no pocas localidades los Puntos Violetas carecen de personas preparadas para desempeñar el puesto, o cuando se caricaturizan como un festival de photocall, pulseritas y panfletos. Causa estupor e indignación que las instituciones públicas entiendan que la «prevención» de agresiones sexuales consiste en implementar un tenderete de mercadillo. Sonroja quienes consideran que los Puntos Violeta ponen límites y disuaden a los hombres, socializados, todos, en la legitimación de la violencia sexual a través de la pornografía. La cuarta ola feminista centra el foco de su lucha en denunciar y relatar la violencia sexual. En cambio, si uno confía en ciertas instituciones se plantea: ¿Existen las agresiones sexuales?