Precioso homenaje el que está brindando el Real Zaragoza a las fiestas de los pueblos de todo Aragón en este inicio de temporada. Agosto es tiempo de verbenas y no tiene mejor definición la feria en la que están instalados ahora mismo los blanquillos. 0 de 6 puntos ante dos recién ascendidos y la sensación de que solo con que te soplen en la nuca te tumban. Mucho y muy bueno tiene que llegar antes del 1 de septiembre para justificar este espectáculo.
Y aun así costará mucho, porque por muy masticado que esté el discurso del mercado y sus tiempos, no es menos cierto que presentarte en el estreno de la competición oficial con un equipo a medio hacer y con graves carencias competitivas es una temeridad que, de momento, le está costando muy cara al Zaragoza. Ni las múltiples ocasiones falladas en la primera parte, ni el tiro al palo de Toni Moya, ni la expulsión de Pomares sirven para explicar o para restar importancia a lo que pasó este sábado y que se suma a la derrota en Anoeta.
Dijo Gabi en la primera rueda de prensa del curso, en unas sorprendentes declaraciones en las que mostraba resignación antes de empezar, que el siguiente año será mejor. Y lo podrá ser si llegas, porque el equipo aragonés lleva unas temporadas empeñado en juguetear con un camino que le puede hacer desaparecer del fútbol profesional. Por el momento, dos equipos que vienen de abajo han demostrado que, para no volver a sufrir y a revivir el día de la marmota, no puede seguir así ni un partido más.
Al menos, el encuentro ante el Andorra le puede servir al Real Zaragoza para saber lo que no puede permitirse. La primera, y más evidente, es que en Segunda División no puedes tener una defensa experimental. La expulsión del reconvertido a central Pomares es el mejor ejemplo. Tras el debut en San Sebastián, el equipo aragonés se plantó con los mismos nombres, sin ningún fichaje nuevo, en el estreno del Ibercaja Estadio y las cosas solo fueron a peor.
Sin saber bien qué y cómo había pasado, los de Gabi se vieron por debajo en el marcador. Igual que en Anoeta, el Zaragoza no reaccionó mal y tuvo oportunidades para equilibrar el marcador, pero en eso se quedaron. Si a la falta de efectivos se le suma la falta de puntería, nada bueno cabe esperar. Después de quedarse con uno menos, el equipo aragonés cortocircuitó. Tras unos minutos de un buen meneo de los del Principado, los blanquillos tiraron de orgullo y así llegó el gol de Bazdar. Un espejismo. Porque este Real Zaragoza está desnudo. No tiene ideas, no tiene recursos y además le faltan mimbres. Que se supone que llegarán, pero que no están. Y esta estrambótica situación la supo aprovechar el Andorra para pegarse una buena fiesta de agosto a su costa.