Una de las principales fortalezas de Pedro Sánchez, quizás la mayor, en sus siete años al frente del Gobierno ha sido la política exterior, con presencia en casi todos los foros de decisión.
Especialmente en lo que se refiere a la política europea y, más recientemente, la vanguardia en el reconocimiento de Palestina y la oposición a Israel por los ataques a Gaza.
Sin embargo, en los últimos meses, Sánchez ha perdido pie en la política europea y, sobre todo, ha quedado excluido de algunos foros internacionales, especialmente los que tienen que ver con las relaciones con Donald Trump.
No estuvo en las reuniones previas de mandatarios europeos con el presidente de Estados Unidos sobre los intentos para acabar con la guerra de Ucrania, ni en la delegación de la UE que acompañó al ucraniano Volodímir Zelenski a la Casa Blanca.
Fuentes del Gobierno aseguran que Sánchez no tiene ninguna intención de hacer frente a esa impresión de distancia respecto a todo lo que tenga que ver con Trump. Por el contrario, el presidente del Gobierno se encuentra cómodo manteniendo esas distancias con el norteamericano.
La distancia tiene que ver con las obvias diferencias ideológicas entre Sánchez y Trump, con encontronazos concretos como los compromisos sobre gasto militar.
Y en esas circunstancias, fuentes oficiales del Gobierno explican que eso no supone ningún inconveniente para Sánchez, al contrario.
Entienden que aparecer como antagonista de Trump en asuntos concretos no sólo no le supone daño político, sino que le beneficia ser presentado como el líder político que se opone a aceptar una subida del 5% de gasto militar que supondría necesariamente recortes sociales.
«Está bien que se le eche de menos, porque quiere decir que siempre ha estado en la primera línea internacional y está bien que se vea que no está», explican en el entorno del presidente.
Respecto a la foto en la Casa Blanca de líderes europeos apoyando al presidente ucraniano, la lectura del Gobierno es que «la imagen fue muy fea, mucho peor que el resultado«.
Es decir, que los líderes europeos presentes aceptaron el riesgo de una imagen de supeditación al presidente de Estados Unidos como mal menor para dejar clara su posición respecto a Ucrania.
Imagen difundida por la Casa Blanca.
«Viendo la imagen no echamos de menos no haber estado en ella», aseguran las fuentes consultadas.
Explican que el intento de Trump para parar la guerra en Ucrania está condenado al fracaso, porque Putin no acepta nada que no suponga ganar territorio y evitar la entrada en la OTAN. Pero, al menos, entienden que la gestión de la UE y la reunión de la Casa Blanca sirvieron para parar la intención de Trump de ceder a las pretensiones de Putin.
Remarcan que, no obstante, Sánchez sí estuvo en las reuniones previas para que la UE estableciera una posición común y España ha participado en todas las reuniones de la llamada «coalición de voluntarios».
No estuvo en la mantenida con Trump ni en la Casa Blanca porque, según explican, en esa estuvieron lo que se llama el E3, es decir, Reino Unido, Francia y Alemania, en correspondencia con su poder militar y nuclear y el propio G7.
Se unieron lo que el Gobierno llama «los amigos de Trump«, como la primera ministra italiana, Georgia Meloni. También los líderes de Polonia y Finlandia, que tienen frontera con Rusia. Además, Finlandia aspira a hacer de puente con las repúblicas bálticas en caso de que hubiera un acuerdo de paz.
Estuvo también Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea en representación de todos los Estados miembros de la UE.
Sánchez siempre ha mantenido excelentes relaciones con ella, pero en los últimos meses se han resentido por el mayor peso de opciones conservadoras o de ultraderecha en Europa, y por discrepancias notables como la provocada por el rechazo del presidente español al acuerdo cerrado con Trump sobre los aranceles comerciales.
Por cierto, que Moncloa subraya que, en todo caso, esa negociación se ha producido entre el Gobierno de Estados Unidos y el conjunto de la UE, lo que demuestra la inanidad de las amenazas de Trump contra España por el gasto militar sobre una supuesta subida de aranceles sólo para nuestro país como represalia.
El contexto del Gobierno español en Europa es la pérdida de batallas claves en la Unión Europea en los últimos meses. Desde la batalla por el uso de las lenguas cooficiales a la disputa por las condiciones a la opa del BBVA al Banco Sabadell o el informe sobre la amnistía, entre otras.